Madurez

Madurez 

 

Sebastiano Mónada

 

Dedicado a Rodrigo Jaramillo

 

 

 







Madurez lograda,

vino añejo,

media tarde refulgente,

colgada en la concavidad celeste,

meditando en la copa del ábol frondoso.

Media tarde en la plenitud del día logrado.

 

Madurez, eterna juventud,

presta como halcón a cazar,

mirando desde las alturas 

el inmenso paisaje que se curva

por la fuerza de la voluntad gravitatoria.

Atrayendo a su centro lo que acontece 

en la atmósfera embriagante.

 

Madurez reflexiva,

edad de la razón en los caminos de la libertad.

Cuando la experiencia se vuelve concepción,

interpretación madurada en años acumulados. 

Cuando nos convencemos que lo importante 

es vivir eternamente el instante,

desenvolviendo el nudo gordiano.

 

No es el otoño sino el verano, 

estación de frutos y de cosechas.

Cuando el campo se llena de colores, 

cromática de acuarela jugando con la luz.

Los mercados son abundantes de pulpas,

ofreciéndo exquisitos sabores paradisiacos.

El hogar es la remembranza fogosa 

de álbumes de recuerdos sustraídos

al olvido, al ingrato olvido,

contra el que hay que pelear,

recorriendo la distancia del tiempo.

 

Madurez, veteranía destilada en la alquimia 

misteriosa de los elementos primordiales,

composición sabia de las armonías imposibles, 

transmutación del cuerpo en aprendizaje,

sabiduría adulta que observa el tiempo vivido.

equilibrio dinámico del anthropos melancólico.

 

Confesión adulta, he vivido 

y he aprendido de la relatividad del acontecimiento.

He aprendido del ser y del no ser, del devenir,

He aprendido a vivir justo cuando el día se curva, 

vuelve con la rotación del planeta azul

a su eterno renacer. 

 

 

 

 

 

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