Jinete justiciero armado de escritura
Jinete justiciero armado de escritura
Sebastiano Mónada
Dedicado a Ricardo Aguilar Agramont
El instante y el cuerpo, certezas inmediatas,
pronunciación sensible de los agitados órganos,
cuerdas vibrantes de la guitarra ausente.
No está el trovador, se ha ido para siempre.
Deja su gramática huella hundida
en la sabia roca esculpida
por sus laboriosas manos de escritor bondadoso
y artesano minucioso de la alfarería de las letras,
de la palabra fuerte,
de la denuncia valiente.
Los impostores del teatro cruel de la política inocua,
atacaron con rabia disimulando el miedo,
bullicio de murciélagos en estampida,
estruendo de consciencias desdichadas.
Apoltronados en refaccionados tronos dan órdenes
a esbirros de elocuente indolencia,
a eunucos de orgásmicos sacrificios
y abogados grises de la extorsión.
Culpables de la tercera derrota de la guerra del Pacífico,
incorregibles traidores a la patria,
ocultan su incumbencia desastrosa,
atizando el fuego en el museo olvidado de archivadas
proezas de la mediocridad aletargada,
haciendo catarsis de su intoxicación acumulada.
Planetas disecados en las lejanías invisibles de la turbulencia solar
o en las proximidades de la voz incandescente de la palpitación astral.
Casta de vampiros extraviados en el empedrado de sus ambiciones,
levitan sobre las ruinas de ciudades gobernadas por caudillos desalados.
Fantasmas de las cenizas que dejan su pirómana manera de asesinar bosques,
de ensuciar las cuencas con sus aparatosas construcciones
de calcáreos y extendidos cementerios de elefantes,
con sus maquinaciones de melindrosos complots estatales.
Ya no estarás para herirlos con tus afilados escritos,
señalar sus frondosas fechorías y sus crímenes descarados,
pero, tampoco descansaran de tu insomne presencia
de romántico jinete justiciero en el crepúsculo ensangrentado
de los seniles patriarcas otoñales.
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