Círculo vicioso de las dominaciones

 

Círculo vicioso

de las dominaciones

 

Sebastiano Mónada

 

 



 

 

 

Bajo la bóveda preñada de ilusiones y límpida, líquido ausente,

los bosques agonizan levantando sus brazos de humo y de fuego.

Colonos y empresarios emprenden la caza, armados y arrogantes,

incendian en la sequedad del chaco y la hojarasca muerta.

¡Pirómanos! Verdugos de la floresta y asesinos de la fauna.

 

Salen cabalgando pisoteando sus sombras, jinetes del apocalipsis.

Anuncian el desierto, mar de sequedades que avanza,

polvo de oro en los bolsillos y en las cajas de los bancos.

Sus ojos, ávidos de ganancias, brillan crepusculares,

ensangrentando los cielos y las aguas.

Portadores de enfermedades y de múltiples plagas.

 

En las ciudades gobiernan los cómplices de la destrucción,

planeta condenado a pena de muerte,

se llamen lo que se llamen, se vistan iguales o distintos,

disfrazados de justicieros o desarrollistas,

protagonistas de dramas inciertos,

viles hombres sin atributos,

se pelean entre ellos por quien es más demoledor.

Círculo vicioso de los despotismos barrocos

y dispersa ruina, abrumadora atmósfera, pestilencia,

avanza sembrando hogueras, inclemente;

hueco inmenso de oquedad sustituye las almas.

 

Esclavos eligen a sus amos, cambiando turnos;

ayer los dueños de mercados, hoy los p’ajpakus,

mañana otras máscaras de ferias de carnaval.

La desdicha se acumula en ánforas,

disputa de representantes entumecidos

y de burócratas de vernácula vena.

Se elige en subasta a patrones, palabra pueril.

Así transcurre la duración del anclaje, tiempo aterido,

memoria fosilizada y metástasis del olvido.

Nadie recuerda, diseminación de álbumes cristalizados,

se esparcen en aire enrarecido, fantasmas mineralizados.

Sus gritos petrificados ya no se escuchan.

¡Silencio! ¡Solo silencio! Mudo secreto, extinción total.

 

Bóveda contaminada hasta las entrañas de medusa,

dejó su celestial alegría de niña inmaculada,

ahora senil y desamparada espera la desaparición.

Despedida lóbrega de los condenados de la tierra,

de las muchedumbres de animales que huyen

de las constelaciones de plantas atrapadas.

Humanos, demasiado humanos, asesinos de horizontes.

  

  

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