I sentio ergo sum

i sentio ergo sum

 

Sebastiano Mónada 

 

Recordando a Gustavo Medinacelli Gutiérrez 

 

 

 

 




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

Pienso luego soy.

Siento,

existo,

poiesis.

La creación.

 

Soy en el tiempo,

en el espacio.

Tejido de memorias,

olvido.

Donde un sauce llorón

sueña la eternidad.

 

Textura de recuerdos,

urdimbre de nostalgias,

entramado de sensaciones.

Viaje al origen,

al comienzo de todo,

a la nada.

 

El río fluye cristalino.

Nadie se baña en las mismas aguas.

Siempre se es distinto,

el devenir.

Eterno retorno a la diferencia.

 

El poeta vive intensamente

cada momento, 

cada aliento, 

cada flujo 

del cuerpo.

 

Recorre intrépido la montaña,

baja raudamente a la playa.

Comparte travieso el juego,

en fraternidad alegre

con gesto bárbaro

demoledor de imperios. 

 

Nombra los días con naipes helados,

juega a los dados con Dios ausente,

va al cementerio a visitar a Baudelaire,

camina por la acera del frente 

para cruzar la calle 

y abrazar a su amigo presente.

 

Goza la metamorfosis de Zaratustra,

el espíritu encuentra su inocencia,

se transforma en camélido,

se convierte en jaguar,

recuperándose en niño

para caminar ligero 

y luminoso volar.

 

Potosí espera su llegada, 

despedirse,

guardarlo

en entrañas minerales,

en raíces enrevesadas 

y ciegas vetas de plata.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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