Los caídos

Los caídos 

Sebastiano Mónada

 

 

 





 

 

 


 

Toca y quiebra el cuerpo, repentino relámpago fugaz.

Extraño evento de fuego que hace desaparecer la luz.

Solo la oscuridad y el silencio sustituye a la consciencia.

Solo la nada, la absoluta nada, el olvido total.

 

Fueron acribillados al momento de la voz alzando vuelo,

al momento de la premura por encontrar la ruta 

al paraíso perdido hace milenios de laberintos.

Ahora no se encuentran en ninguna parte.

 

Vinieron a detener el flujo de energía desatada,

a detener la composición de cuerpos musicales.

No quieren la sinfonía conmoviendo la atmósfera.

Convocan a la muerte, edificando con mármol

los cementerios poblados de pronunciados olvidos.

 

Un remolino de ausencias ha tragado los cuerpos,

llevándoselos estrepitosamente  al abismo de la nada.

No volveremos a verlos presentes nunca jamás, 

salvo en los recovecos perdidos de la memoria

y en la dimensión replegada de la imaginación.

 

Nosotros quedamos solos agarrados del recuerdo,

una tristeza inmensa nos arrastra terca al silencio.

El desierto de la desolación mueve dunas melancólicas.

Oleaje dilatado en la lentitud de un tiempo envejecido.

 

Sin embargo los flujos no se detienen ni con las represas,

avanzan incotenibles como ríos magmáticos 

desde la andina sierra a la costa marítima.

No se detendrán hasta ahogar la capital virreinal

con la polifonía volcánica de los desterrados.

 

 

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