Despedida
Despedida
Dedicado a Pirú, María Elena Alzérreca Barbery
Sebastiano Mónada
La realidad es un sueño y el
sueño es la realidad.
Sensibilidad devela secreto
de esta conjunción inesperada.
El cuerpo descubre la aparición
de presencias reveladas,
las asume en su carnalidad entusiasmada
y principiante;
inocente, niña; apertura de
una entrega a lo incognito.
El artista usa colores y pinceles
dejando su huella en la tela;
hace hablar a textura y a
urdimbre; pronunciación del alma crepitante,
anidada en hilos, que se
enlazan en una trama descifrable,
solo por amautas escondidos
en pliegues ondulantes de la cordillera.
Tu mirada en forma de
preguntas viaja hacia la lontananza dibujada
en el horizonte, que huye
cuando avanzas a las certezas inmediatas.
No tendrás nunca respuestas,
pero, sí el placer de haber hurgado
con tus dedos de pianista el
espesor del cuerpo
y su apertura interminable,
la concavidad del territorio,
que se envuelve
y se busca sin encontrarse.
Vienes y te vas dejando
huecos inmensos, abismos insondables.
El recuerdo de tu paso orada
el suelo, dejando la inscripción de la duda.
Importa el saber de la
incertidumbre que recorre continentes,
que navega océanos interminables,
corrientes marinas apasionadas.
Entonces te quedas para
siempre en la memoria de la piedra
y en la remembranza de tu
tribu acongojada.
Hay certeza de lo que se
inscribe en la piel esplendida,
papiro viviente, interprete
de los jeroglíficos hendidos.
Saber de pueblos milenarios,
sepultados en pirámides sonámbulas,
en ciudades pétreas y en
constelación arboleda de bosques.
Veo las trenzas de la imilla que pintaste en un cuadro añejado.
El tiempo se ha perdido en
el meandro de remolinos abultados.
Rostro infantil mira el
infinito sin encontrar sentido en la ruta
abrupta, que corta la
distancia recorrida por las piernas,
robustas y campesinas, que
avanzan contra el viento,
corriente fluida, soplo de
caravanas gitanas.
Estamos poblados de
soledades inconmensurables,
proliferantes como desiertos
merodeando oasis impenetrables.
Exploramos lo desconocido, hallando
en el camino el espejo
de lo mismo y repetido
eternamente.
Ahora eres ausencia
inquebrantable en el remoto aposento,
donde descansas esperando
nuestra llegada repentina,
cualquier día o cualquier
noche del calendario colgado en la pared,
ajada por la rutina de los
ajetreos familiares.
Extemporánea despedida la
tuya, que se adelanta
a las premoniciones de los
chamanes y a las profecías.
La tristeza invade la ciudad
de los fantasmas
y las urbes desoladas en su abundancia
inútil.
La brisa del atardecer conmueve
el espíritu de las flores,
colocadas alrededor del adormecido
sueño encriptado.
No volverás nuca a tocarnos
y a vernos con tus ojos interminables;
te llevas contigo nuestro pasado
compartido en el agasajo
y consagración de la eterna
primavera de la fertilidad del afecto.
Para recuperar el tiempo
perdido recurrimos a ti como signo,
interprete de las vivencias
enmarañadas de tu presencia,
ahora elocuente en la
oquedad de tu ausencia.
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