Potencia constituyente


Potencia constituyente

Sebastiano Mónada



 



Dedicado a los y las constituyentes









Cuando se existe,
manera señera
posible de hacerlo,
plenamente
al instante.
Entregando el cuerpo,
concavidad dilatada
eternamente.

Las calles cenicientas se colmaron
de muchedumbres de viento,
marejadas de movimientos,
somáticos, humanos,
de multitudes frenéticas.
Dibujando itinerarios inquietos,
surcadores del espacio hueco
del insomnio metropolitano.

Desde de la ciudad en reciedumbre
emerge hermenéutica inmanente,
populosa y erudita,
vestida de fiesta.
De las memorias de la piel
canta su historia rebelde,
sedimentada en lo profundo;
de la espesa tierra insurrecta,
de su elogio concupiscente.  
Entrañas mismas del acaecimiento.

Esta emanación se desplegó
propagándose en el aura,
transmutando al aspirarla,
hasta el impenetrable recodo,
hasta los pigmentos mismos
de las moradas dormidas
de las edificaciones congregadas.
En su turbación tejida,
por huellas de sitios indígenas,
hasta el discernimiento mismo
de las entidades iluminadas.

Miradas fulminantes, categóricas,
de hogueras encendidas.
Encontrándose los ojos,
gaviotas viajeras.
Colosal hendidura abierta
forjada a bramidos de protesta,
atmósfera enardecida
descubriendo insondable
soledad secuestradora.

Certezas vulnerables,
población de ilusiones,
espacio-tiempo diseminándose,
huida de rebaños acosados.
Tejidos por coros de awayos,
afincados en su fugacidad
esbelta de vicuñas.

Universo esparcido por los sueños
de barcos en naufragio
y alejado de sí mismo como olvido.
Preludio explosivo,
intuición insondable,
acción multitudinaria
al alcance de la mano.
Presente ocupado por las masas.

Multitudes victoriosas
ya en su forma de sublevarse.
Compactos poblacionales efluvios
ya en sus devociones acuosas
de fervores atesorados.
Diluvio hídrico de gestos tumultuosos
ahogando la metrópoli enmudecida,
petrificada en su asombro.

Acontecimiento impoluto
en su despliegue plebeyo,
surgido de los bordes brumosos
del mismo interior turbulento
de la hoyada perturbada.
Bramido de toro simultáneo
emergido de todas partes,
juntándose en laberintos,
convirtiéndose en tempestades
de multitudes barrocas,
en una gigantesca serpiente alada.
Ora sobrevolando la urbe
De Chuqui-apu,
ora moviéndose ondulante
en calles adoquinadas con pasiones
de fósiles amantes refugiados
en quimeras encapsuladas en piedras.
Ora rugiendo como dragón enfurecido,
ora arrojando fuego de palabras acullicadas.
Flamas de canciones emotivas,
heridas inscritas en la carne.

Las multitudes escriben
sus pasos acompasados.
sus ropas multicolores,
ropas raídas, arrugadas
por días no planchados;
ropas apegadas a los cuerpos,
absorbiendo el sudor intenso
de los ánimos viajeros,
de los animus masculinos,
desprendiendo coraje,
de las ánimas femeninas,
desprendiendo ensoñaciones.
Ánimos inventores
de placeres navegantes.
Insoldables como deleites de espasmo
de horizontes ambulantes.
Nómadas guerreros aboliendo fronteras;
gramática de las multitudes.
Escritura del leguaje más antiguo,
idioma rítmico,
gesto corporal.

Enfrentaron con sus rostros al tiempo,
enfrentaron con sus pechos a la realidad,
enfrentaron con su sangre al poder,
enfrentaron con su presente intenso
todo el pasado de oprobio.
Enfrentaron con sus alegrías
todas las tristezas guardadas.
Enfrentaron la historia
con sus manos rudas,
emergiendo lo imposible.
Utopía insistentemente perseguida
por el eterno retorno de la rebelión,
de la matriz de los posibles.
Preñado eterno amanecer romántico,
creación heroica de los sublevados
de la tierra.

Cuando esto pasa,
cuando los hombres y mujeres
de la tierra
se amotinan
con las armas de sus órganos,
con la sangre circulante,
con el argumento inmenso,
esférico,
altisonante,
de sus pasiones,
espesor carnal
de sus ideas
éxodo, caosmosis detenido,
vuelven las constelaciones
sobre sus propios pasos,
desandando el laberinto.
Lejanías contraídas
en su grito inicial.
Incalculable gravedad atraída
de las emociones.

Herida abierta en la desolación viajera,
donde brota la secreción oculta
del vacío.
Lluvia de lágrimas astrales rociando
caravanas abrumadas de olvidos,
sobre los cuerpos exaltados
de los y las combatientes.
Cuerpos constituyentes rebelados
contra las escrituras estatales.

Nada está transcrito,
todo se narra de nuevo.
Extraños recorridos se tejen,
hilos de hebra emotiva,
de las movilizaciones expelida,
a corajes y fuegos fundiendo la arcilla.

Los representantes
de la potencia social,
congregados en la ciudad
de los cuatro nombres,
ciudad blanca, de la Plata,
Charcas y Sucre.
El nombre del libertador encarnado
por decisión institucional culpable.
En la urbe del valle habitado
por nostalgias señoriales.
Consternación de los siglos encomendados
por los caudillos letrados.
Tablas del nuevo Estado redactadas
en anhelantes rebeldes cabildos.   
Descifrando las tramas compuestas.
Subversión de la praxis.

Fueron dieciséis meses largos,
intensos en sus deslizamientos
de glaciales en deshielo.
En sus quiebres súbitos y dramáticos
empujados a la agonía repentina
de la Asamblea Constituyente.
Opuesta simétricamente
a Asamblea inaugural
de la república perdida
entre las montañas colosales
de la cordillera poblada de conceptos.
En la meditación insomne del Altiplano,
amauta dormido
en la exuberante sensualidad de los trópicos,
promiscuos en sus trémulos entrelazamientos
de su vegetación intrépida,
en los desparramados llanos interminables
Desplegando sus torsos y piernas exuberantes,
sus cabelleras largas de frutales
y hojas medicinales.
Recorridos por acuáticos pensamientos
brotando en las atrevidas cumbres,
resbalando estrepitosamente
por las quebradas laceradas,
descendiendo copiosos,
vasijas desbordas de chicha,
hasta los valles fértiles.
Internándose por la boscosa Amazonia,
barroca y selvática,
para entregar sus relatos
al océano de un azul cálido,
apaciguado por las caricias
de los vientos plateados de peces.

Hombres y mujeres devenidos
de todos los cobijos,
investidos por sus historias locales,
por sus memorias territoriales.
Visibles de reconocimientos,
conquistados a golpes de martillo,
cantando sobre los yunques de hierro
y brocas mineras de los socavones.
Autoconciencias sonámbulas y dramáticas.
Múltiples disonancias colectivas.

Las lenguas del país se encararon,
confluyendo en su exégesis
disertante de anacrónicas vestimentas.
El país concurrió al encuentro
en su pluralidad diversa.
Contrastes heterogéneos, dicotómicos
saberes regionales,
erudiciones urbanas y rurales.
Estos hombres y mujeres,
protagonistas históricos entregaron
todo el vigor de sus cuerpos.
No tenían otra posesión a mano
para responder al desafío delegado
por las multitudes insomnes.

Se amaron y se odiaron,
se interpelaron, acusándose,
retomando la memoria oral
transmitida por los padres y los abuelos.
Peleando unos por retener la diseminación
del cronograma añejo,
heredado de patriarcas otoñales,
la muerte de los relojes.
Peleando los más por enterrar al tiempo,
invento conquistador de las carabelas.
Concibiendo en vez
una sinfonía temeraria,
compuesta en un pentagrama
de varias capas.

En Sucre quedó depositado
el ajayu de cada uno.
La capital quedó marcada para siempre
por la presencia tenaz
de estos delegados de los rincones
y los territorios de espesores simbólicos.
Estos hombres y mujeres
quedaron marcados para siempre;
esta experiencia constituyente.

Cuántas veces chorrearon lágrimas
como tormentas incomprensibles,
cuántas veces estuvieron cerca
de golpearse,
enemigos jurados a muerte.
Cuántas veces terminaron abrazándose,
amigos intempestivos de repente.
Cuántas se vieron en las calles
de esa ciudad blanca,
ciudad albergue
de muchedumbres solitarias.
Cuántas veces, ya ahora,
recuerdan ese lapso crucial
en cualquier momento inesperado
de nostalgias desempolvadas.

La mayoría hegemonizó la ocupación
del espacio deliberativo,
impuso su presencia cobriza,
sus leguajes plebeyos,
sus modales rústicos,
sus idiomas nativos.

Las mujeres de trenzas largas
como la memoria sideral
hablaron primero,
narrando medio milenio de colonialidad.
Mujeres recias, apasionadas, guerreras,
hermosas como la noche refulgente,
robustas en el trabajo del campo,
en la pelea, en la palabra presente.
Después hablaron los hombres
de sombrero anacrónico
de ala ancha,
reteniendo en la perennidad la moda
de la década de los veinte.
Hablaron asombrados de ser escuchados,
hablaron a punto del llanto
apoyando la versión refulgente
de las mama t’allas.
Hablaron ambos interminablemente,
cascadas eternas de la cordillera.
Convirtiendo a las palabras
en serpientes aladas,
en serpientes luminosas.
Estos hombres y mujeres,
substrato emotivo desafiante
de la inscripción de las letras.
A compulsión de briosas fuerzas
en el texto inaugural
del horizonte abierto.

Han pasado años desde entonces,
su aliento quedó en Charcas.
Removiendo la atmósfera incandescente
de los recuerdos.
Su soplo ansioso
brotado del remolino afectuoso
de los recurrentes climas curvados,
quedará allí para siempre.
Virtualidad de una memoria
construida con el escultor cincel
se las pasiones de plata y estaño
y petróleos conjugados,
de las rocosas experiencias
Sin signos ni nombres,
parte de sus vidas fue derramada
en la escritura del texto partero.

No se puede interpretar la Constitución
sin descifrar estos alientos al tropel.
Hálitos emotivos de canciones desparramadas
en el reverberar de ciclos corporales.
Ajayus desprendidos alegremente,
mariposas en primavera.
Sin interpretar asiduos
las constelaciones del lenguaje,
a partir de la vida derramada.
Construcción del pacto político,
inédita trama dramática
en el estupor de los siglos.
No se puede entender el texto inicial
sin empeñarse en descifrar
como artista musical
las eclosiones corporales,
los desgarramientos sentidos.
No es posible entender la gramática
de agudo estaño,
transferencia mineral y somática
a las lechosas hojas
donde quedó rasgada
la pronunciación normativa,
Primordial, anterior a las leyes.
Por eso es conveniente preguntarse
antes de leer,
no qué conceptos,
sino qué pasiones,
plasmaron su huella.

Si algún día
se hace posible construir la utopía
bosquejada en la Constitución,
se lo hará sobre el substrato
arcaico de los volcanes,
de este espesor de pasiones y vidas,
congregadas para escribir
la narrativa de un nuevo comienzo.
    
 










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