El amor en tiempos de Felipe Delgado
El amor en tiempos de
Felipe Delgado
Raúl Prada Alcoreza
Felipe
Delgado se enamora de Ramona Escalera. Seducido por su naturalidad, su
comportamiento espontáneo, y su belleza solitaria, cada vez más atraído, así
como apesadumbrado, por su cautiverio en manos de José Luis Prudencio y su
hermana Luisa. Ramona es entregada a Prudencio debido a problemas familiares,
al parecer económicos, los padres adoptivos que se hacen cargo de Ramona la
obligan a casarse con el potentado y hombre rico, metido en negocios turbios.
Cuando conoce a Felipe Delgado, se entrega a él por amor. Felipe la lleva a la bodega la noche de San Juan, el día
también del cumpleaños de Ramona, quizás también la fecha de la ejecución de
una supuesta conspiración en la que estaba involucrado Prudencio. Ramona va a
ser recibida por la confraternidad beoda de la
bodega un tanto recelosamente y un tanto sorprendidos, los miembros del
colectivo alcohólico de la taberna, por tan grata visita de una mujer bella. Esa
noche, tan esperada, cuando le regala Felipe Delgado una cabeza de jibaro que
se parece a él, tienen el primer desencuentro de su relación amorosa. Ramona,
antes de que Felipe entre a la taberna, le pide que mire hacia ella, que
esperaba en la esquina, y vea si lo que se queda es su sombra o ella misma, así
como ella va a observar si lo que entra y sale de la taberna es Felipe o su
sombra. Le dice, tú sabrás si yo o tú morirá antes. Al salir de la bodega
efectivamente Felipe sabe, al mirar hacia Ramona, que era ella la que iba a
morir, sin embargo, a pesar de que promete decir la verdad, Felipe no se anima
a decirle lo que ha visto y descubre. Ramona sabe que miente; esa mentira de
Felipe es lo que inicia la primera pelea de la pareja.
Del
primer encuentro en las puertas de la iglesia con Ramona, casual, imprevisto y
hasta espontáneo, al segundo encuentro en el hospital, donde se encontraba
Felipe Delgado convaleciente, después del atropello sufrido, Felipe está cada
vez más seguro de los sentimientos de Ramona hacia él, lo que le causa un gran
regocijo. Después de la noche de San Juan, Ramona visita a Felipe en su
departamento de la calle Catacora. Allí prospera el romance secreto de ambos;
Ramona encuentra un refugio afectivo y amoroso, un oasis en el desierto de su
soledad. Sin embargo, la pareja no va a dejar de tener desavenencias; Felipe
provoca enojos en Ramona, cuando no la deja dormir, sugiriéndole repita una
frase mágica que la va a tener despierta; Ramona se comporta irónicamente ante los
pedidos extravagantes de Felipe.
José
Luis Prudencio era descendiente de Juan Huallpa Rimachi, es decir, de la
nobleza incaica. Vivía en la calle Recreo entre las calles Cochabamba y
Sagárnaga. Alrededor de él se conformó un mito sórdido; se decía que
coleccionaba muñecas, entre ellas confundía a su mujer Ramona Escalera con una
muñeca. Esta imagen enigmática, misteriosa y oscura de Prudencio obligó a
Felipe Delgado a montar todo un sistema de espionaje en la zona céntrica donde
vivía. Lo que más llamaba la atención es la guardia pretoriana de Prudencio que
custodiaba su mansión, que también adquiría la figura tenebrosa de ángeles de
las tinieblas, que vigilaban la entrada al infierno; eran aymaras de sus
haciendas del altiplano, disfrazados de afros. El disfraz era extremadamente
simple, se embadurnaban de alquitrán para parecer descendientes del continente africano,
de la región subsahariana. Felipe se atrevió entrar sorprendiendo a los de esta
guardia africana-nativa, la misma que no se inmutaba de la presencia intrusa.
Pero, Felipe solo llegó hasta un enrejado, que era la entrada de un patio, por
lo visto descuidado; entonces se vio obligado a retornar sobre sus pasos. Es
cuando la guardia pretoriana de Prudencio, que parecían estatuas petrificadas,
le pareció amenazante, que lo miraban con furia y podían atacarlo el rato menos
pensado. Delgado llegó a montar una cadena de espionaje eficaz, que le permitió
buena información y comenzar a descifrar lo que ocurría en esa casa solariega. A
la llegada de un circo alemán, creyó encontrar la oportunidad de aproximarse a
los habitantes de la casa, sobre todo al núcleo hogareño que se encontraba
dentro de la fachada tenebrosa. Pues le pareció que José Luis Prudencio y su
esposa Ramona Escalera no podían perderse semejante espectáculo que llegaba a
la ciudad de la Paz. Efectivamente fue así; en pleno espectáculo del circo se
aproximó tanto que tuvo casi contacto con Ramona, mujer que lo impresionó por
su altura y su belleza. Cuando pasó por su lado Ramona, lo dejó desarmado,
incluso asustado, por la presencia que le dejaba su halo estético. Es cuando se
desencantó del misterioso personaje, que era el esposo viejo de esta señora
joven, y comenzó a interesarse e inquietarse por Ramona.
A
estas alturas Felipe Delgado comenzó a escribir una crónica sobre los eventos a
los que asistía. En la crónica expresó su sorpresa por la atracción que ejercía
semejante mujer, se preguntó si no era arrastrado por los efluvios del amor.
Felipe definió al amor como el camino de la esperanza; empero, en lo que
respecta a él, no tenía esperanza, por lo tanto, no era el indicado para
comenzar un romance. Pero, a pesar de estas anotaciones, Felipe terminó
involucrado en un romance intenso e intempestivo con Ramona. Con Ramona
Escalera llevó adelante un romance en la apertura de nuevos horizontes, los que
le abrieron el sinuoso decurso a la desaparición de la amada e incluso del amor
no logrado. Las desavenencias con la amada y el amor pleno no logrado terminan
señalando lo imposible de la relación. Un amor de entrega absoluta, sin
embargo, imposible de realizarse cuando se encuentran los amantes en zonas de
imposible encuentro, en las encrucijadas de las historias de vida.
Prudencio
resulta ser un aduanero de tabacos, que trabajaba en la Recaudación Nacional de
estancos; es diputado suplente de la provincia Muñecas, en tiempos de los
gobiernos de Saavedra. Su padre es Juan Prudencio, antiguo veterinario del
ejercito; le dejó a su hijo José Luis tres fincas del altiplano, casas en La
Paz y joyas. José Luis nació en Camata; la madre de Prudencio era indígena. Pero
Prudencio llevó al extremo sus contradicciones; siendo lo que es, de donde
viene, se dejó llevar por el mezquino juego de los intereses económicos y los
juegos lúdicos y artificiosos con muñecas. Su mezquindad llegó tan lejos que prefirió
quedar cojo a gastar en la atención médica.
Atormentado por sus contradicciones inherentes y empujado por
extravagantes comportamientos, además de delirantes imaginarios, en el peor de
sus momentos tormentosos fue llevado al panóptico de Sucre. Posiblemente cuando
volvió a la casa, la hermana controló los avatares del hermano. ¿Quién sabe?
En 1928 se casó con Ramona Escalera. ¿Qué significaba para él, Prudencio,
este matrimonio? Este es un problema en la interpretación de la novela. No se
puede olvidar que Ramona es huérfana como lo fue Titina Castellanos; esta
situación nos lleva al hecho del abandono y la soledad. Sin embargo, Titina y
Ramona son distinta, porque una no es amada y la otra si lo es. Entonces las
dos mujeres se oponen, en lo que respecta al afecto que despiertan en Felipe
Delgado. Sin embargo, ambas son huérfanas. Este es un dato que hay que tener en
cuenta en la interpretación de la novela.
El
amor en Felipe Delgado es contradictorio, se ama y no se ama. Cuando se ama, se
entrega todo, pero uno se embarca en un viaje exigente de entrega o, en
contraste, de inconsecuencia. Felipe reconoce, al final, que es inconsecuente,
que se deja llevar por la premura de los sentimientos orgullosos. Esta
inclinación soterrada se le convierte en una revelación cuando Ramona se
despide definitivamente, abrumada por el avance inconmensurable del cáncer que
ha tomado su cuerpo. El amor entonces no es una esperanza sino una despedida.
La
narrativa de la novela opone el mito
contra la realidad efectiva. No es el
mito misterioso de Prudencio sino su
cruda realidad pedestre, no es el misterioso personaje de la sorda
conspiración, sino la realidad efectiva de la presencia ineludible de Ramona.
Sin embargo, Felipe Delgado no podrá sobrellevar el desafío, se aplaza. Ramona
se va, como se van las personas bellas, como se van los muertos de la tierra,
los muertos que se olvidan, como un montón de perros apagados, siguiendo al
poema de Federico García Lorca. La vida de Felipe Delgado resulta un
desaprensivo comportamiento que no logra aprovechar las oportunidades que se le
brindan. La narrativa hace hincapié en la pérdida o la renuncia a la felicidad;
ocurre como si el personaje conspirara conta su propia felicidad. El plano de intensidad del amor deja de ser
una esperanza, como el mismo Felipe la definió, sino un campo de batalla. La
muerte de Ramona Escalera es una corroboración de la ilusoria esperanza del
amor.
El
amor en tiempos de Felipe Delgado es imposible. No se puede realizar. Solo se
puede dar como entrega, sin compensación requerida. Felipe no puede gozar
plenamente de la entrega de Ramona y Ramona no puede gozar plenamente de Felipe
porque es inmaduro. No está preparado para la entrega inconmensurable de
Ramona. Lo que hace Felipe Delgado es deshacerse en lamentaciones póstumas, que
no son otra cosa que el reconocimiento de su incomprensión y su fracaso. Se
puede interpretar la novela Felipe Delgado como una narrativa de la
imposibilidad de la realización de lo que se persigue. El fracaso de las
utopías de la subjetividad. Teniendo en cuenta la definición de Felipe Delgado
sobre el amor, resulta que no es la esperanza sino el intento heroico de
oponerse a los designios del destino. El amor es una ilusión imposible,
mientras dura, los ritmos del tiempo se modifican, al calor de los sentimientos
que se debocan. Pero, esto es un acto heroico ante los designios irreversibles
del destino. Por eso, Felipe Delgado, después de la muerte de Ramona, se expone
extremadamente vulnerable ante los avatares indiscutibles de la vida. Quizás
como resistencia imaginaria aparece la interpretación de los sueños. Ramona y
Felipe coinciden en la interpretación de los símbolos expresivos de los sueños.
Lo que sobresalta a Felipe. Por eso le confiesa el encuentro en el espejo con
la luna y la calavera. Para Ramona el espejo es una puerta a lo desconocido,
para Felipe es un abismo que lo lleva a su propia diseminación.
Ramona
Escalera muere de cáncer, afronta sola su enfermedad, incomprendida por un
Felipe Delgado que no llega ha entender la magnitud del drama. Sin embargo, es
sobrecogido por la irradiación de los símbolos expresivos de la muerte. Después
de la muerte de Ramona, quien dijo, anticipadamente, que también se despoja de
su cuerpo, además de exigir como interpretación desiderativa, que quiere como
epitafio lo que dijo Oblitas, en una de las charlas con Felipe, que, en todo
caso, se trata del cuerpo que muere, insinuando algo así como que el espíritu
se libera. Felipe queda atrapado en una desbocada y demoledora soledad
insoslayable, pues su amor verdadero, Ramona, ha muerto, llevándose con ella la
última oportunidad que tenía de entablar una relación armónica con la vida.
Después de la muerte de Ramona, Felipe Delgado va a experimentar el sinsentido
de lo que viene cuando ya no hay amor.
Se
puede decir que el romance con Ramona Escalera es el recorrido de la esperanza,
sin embargo, como se conspirara contra esta posibilidad, se opta por el
menosprecio y la competencia. No se acepta el desafío de la mujer, la exigencia
de ir más allá del bien y el mal. La novela expresa patentemente la innegable
inmadurez de Felipe Delgado; en contraste la fortaleza y la madurez ante la
muerte de Ramona Escalera. Ante la muerte singular y concreta de Ramona, la
filosofía sobre el ser encaminado a la muerte pierde fuerza, no tiene mucho
sentido. Lo que importa, en este caso, lo que llama la atención, es la manera
de asumir el destino, la muerte, por parte de Ramona. No se trata de un ser
destinado a la muerte sino de ser que enfrenta la muerte, la muerte concreta,
la suya. La filosofía no puede ante esta experiencia, que, en este caso, da
como testimonio, la novela. La muerte para Ramona es no solo una fatalidad,
sino, sobre todo, una enseñanza de que las ponderaciones sociales, que no dejan
de ser banales, son relativas. Felipe intuye esta enseñanza, pero, la deja ahí,
como una certeza pasajera y reveladora. Por eso, quizás se embarca en su propia
diseminación. Ramona, le dice, que ella también se despoja del cuerpo, que esta
experiencia la traslada al instante eterno de los momentos amados, a la
contemplación de los atardeceres.
Aunque,
en la novela, el autor llega a decir que José Luis Prudencio es el ejemplo del
ser contradictorio del boliviano, no es la única forma en la que se manifiesta
este ser. Sin embargo, en este caso, no se trata de un ser diletante,
especulativo, por eso amante de la ilusión mitológica, que intermitentemente se
manifiesta como acto heroico, sino de un ser moderno, con todas las
contradicciones que contrae la modernidad. Entre ellas, la contradicción entre
el pasado y el presente vertiginoso. La crónica de Felipe Delgado alude a la
combinación exaltada de lo indio y lo mestizo, pero, no olvida, expresado de
otra manera, en la narrativa, que se trata de un ser que tiene que resolver el
dilema histórico-cultural de la colonialidad, ser o no ser ante la herencia
colonial. En la novela se plantea este problema, pero no se lo resuelve. Se
opta por las configuraciones místicas y las interpretaciones herméticas. Sin
embargo, en la narrativa se encuentra el dilema, que obviamente, no solo se
trata del ser boliviano sino del ser histórico-cultural del continente de Abya Ayala.
¿Cómo
se puede considerar la novela desde esta perspectiva? Cuando Felipe Delgado
define el amor como esperanza, sobre todo cuando la narrativa se embarca en el
relato del romance entre Felipe Delgado y Ramona Escalera, nos muestra una
rebelión afectiva, que logra disponer de la perspectiva amorosa, la que valora
los hechos desde el sentido atribuido por la memoria sensible del amor. Felipe
comprende esta revelación, pero se niega a asumir las consecuencias. Prefiere
repetir el drama de las relaciones amorosas, sus fusiones corporales y sus
desencuentros sociales. Se entraba en lamentables disputas triviales de pareja.
La novela revela la derrota del amor ante el recurrente drama de lo cotidiano.
Se
puede decir que lo que constata la narración es el fracaso del amor. Una vez
pasados los momentos de asombro, de emoción inédita, de compartir efusivamente
las sensaciones del romance como distinción y diferencia, como mundo aparte, de
dos que se embarcan en el viaje de la entrega y del descubrimiento del otro, se
ingresa al desafío de la permanencia y la continuidad. El mundo romántico y del
romance no se encuentra definitivamente aislado del mundo efectivo, tampoco, y
esto es lo más concreto en cuanto a la afectación, de las demandas cotidianas,
sobre todo cuando se trata de no quedar atrapados en las concurrencias de los
egos. Es cuando la inmadurez acumulada emerge cruelmente y empuja a los amantes
a los pequeños juegos de poder. Felipe Delgado compite con extravagancias y
exigencias absurdas, sospecha de la ironía suelta de Ramona Escalera, sobre todo
se disgusta ante un notorio distanciamiento, después de algunas peleas. La
proximidad del viaje de Ramona a Europa le parece una desvalorización de su
persona; se siente como descentrado. No comprende la importancia de este viaje
en lo que respecta a la enfermedad que aqueja a Ramona, de la que no se entera
sino hasta el final del desenlace de esta penuria. Es cuando le reclama a
Ramona no haberle anoticiado antes, pero no lo hace tanto por el sufrimiento de
Ramona, sino más porque se siente relegado. Cuando Ramona retorna de Europa, de
la terapia a la que es sometida, ya sabe que no le queda mucho de vida; busca a
Felipe sobre todo para despedirse y confesarle de la pena que siente al dejar
solo a Felipe. Ante semejante trance, Felipe no logra colocarse a la altura del
acontecimiento; se queda como sobrepasado y con mucho pesar. Pero, acepta los
pedidos de su amada y los cumple al pie de la letra; compromete a Juan de la
Cruz Oblitas y a Ramón Peña y Lillo a que no se aparten durante su velorio,
vigilando a que su esposo no la entierre con la muñeca que se le parece. Le
entrega, a través de un sirviente de su esposo, que la estimaba, un paquete de
sus objetos de valor, para que los tire al río. Felipe no puede asistir al
velorio y espera la llegada de Oblitas y Peña y Lillo para informarse de los
pormenores de lo acontecido. De esta manera se clausura el plano de intensidad
amoroso; en adelante, en lo que viene, lo del hombre sin esperanzas, como él
mismo se definió, se hace dramáticamente patente.
El amor
es un fracaso; se trata del amor romántico, el amor de pareja, que dura lo que
dura el lapso del romanticismo; después, se interna en los recovecos de la
competencia entre parejas, en los egocentrismos bullentes, que reaparecen
intermitentemente en la propagación de la incomunicación en expansión. Felipe
Delgado la pierde antes de su muerte a Ramona Escalera, porque no sabe cultivar
la relación amorosa, no sabe construir la perdurabilidad del romance. En su
comportamiento caprichoso Felipe Delgado hace patente la inmadurez consuetudinaria
del hombre. En la narrativa como que se opone la figura del hombre inmaduro a
la figura de la mujer madura, en concreto, entre el perfil subjetivo de Felipe
Delgado y el perfil subjetivo de Ramona Escalera. La mujer como que se
encuentra más allá de los avatares de la concurrencia amorosa, más allá de las
pequeñas trifulcas y de los celos masculinos. Se trata de una sabiduría que ha
mirado la muerte, la finitud humana; también de una sabiduría que emerge de los
sufrimientos, del dolor, sobre todo de la discriminación y la marginación de la
mujer, de la experiencia cosificante que la convierte en objeto. Aprende desde
la experiencia de esta cosificación de la sociedad patriarcal y de las
dominaciones de las fraternidades masculinas a descubrir la profunda latencia
de la vida, la capacidad creativa, por lo menos de la intuición de esta
creación; entonces, relativiza los avatares y logra amar, sin miramientos. Lo
que no sucede con Felipe Delgado, quien, a pesar de haberse enamorado, de
valorar la extraña espontaneidad de Ramona, su seductora belleza, notoriamente
destacable, queda atrapado en el campo gravitatorio de la competencia
egocéntrica. Felipe Delgado no aprende de la exigente experiencia amorosa; la
goza, se acerca al placer del sentir y el compartir, pero, prefiere boicotear a
la persistencia del amor, prefiere volver al recurso fácil de la victimización,
prefiere retomar su camino insondable a la nada. Cuando muere Ramona, la valora
como un mito; es decir, construye un mito, la mujer inalcanzable. Pero,
también construye una narrativa de la perdición, de la derrota, de la
frustración, que se convierten en argumentos de la diseminación, del suicidio,
del despojamiento del cuerpo.
Lo
que acontece en el cementerio, en el entierro de Ramona, es anecdótico. Una
ceremonia cuidada celosamente por la guardia pretoriana de Prudencio, los
sirvientes aymaras disfrazados de afros. Unas lloronas expulsadas del rito de
la muerte, un cortejo silencioso, adormecido en la despedida, un esposo, ahora
viudo, más silencioso y enmudecido, acompañado por el halo de misterio, del que
no se separa; observado por los amigos de Felipe Delgado, Oblitas y Peña y
Lillo, quienes creen descifrar en sus gestos imperceptibles los signos de la
culpabilidad de la muerte de Ramona. La ventisca del atardecer paceño termina
empujando el polvo y las reminiscencias de la basura en los rincones del primer
piso de la columna de nichos del cementerio.
Felipe
Delgado se encuentra refugiado en la bodega, asistiendo a su duelo en un
dilatado sufrimiento alcohólico, asistido por la fraternidad de beodos, quienes
se conduelen del amigo martirizado por la pérdida. Duerme y bebe, bebe y
duerme. Al despertar se descubre otra vez solo, toma consciencia de su marcado
anacronismo con el lugar, con el momento, con su situación. Decide ir a hablar
con el brujo Oblitas, quien le da el relato pormenorizado sobre lo ocurrido en
el velorio y en el cementerio, le hace conocer sus sospechas y sus interpretaciones,
lo que significa Ramona y su muerte. Termina aconsejando al Felipe un viaje a
las costas marítimas, algo que coincide con la intención de Felipe de ir a
visitar a Estefanic a Antofagasta. La segunda parte de la novela concluye con
esta escena; Felipe se despide de esta etapa clausurada, se despoja de sus
cosas, de su departamento, de sus utensilios, de todo lo que le recuerda al
espacio y a la fragancia que dejó el paso de Ramona.
La
segunda parte de la novela Felipe Delgado tiene como eje conductor el amor, los
dilemas del amor, su itinerario, por así decirlo, que comienza con el
entusiasmo romántico, escala hasta el afecto mayúsculo y la entrega absoluta,
para luego, después de un punto de inflexión, decaiga en los campos rutinarios
de las microfísicas del poder triviales y cotidianos, hasta llegar al abismo de
la despedida, que deriva en un acto heroico o en una diseminación completa,
también es posible dejar absorberse por lo anodino e insípido. La tercera parte
de la novela transcurre en Antofagasta, donde viaja Felipe Delgado a
encontrarse con el ser del mar, un ser eterno, sin tiempo e infinito. Allí
reflexiona sobre la distancia, aunque también sobre la pérdida del mar y lo que
significa para hombres de la montaña y del Altiplano como él. Así mismo relata
el retorno de Felipe a la ciudad de La Paz, donde vuelve a encontrar a los
amigos y a la misma ciudad de siempre. Sin embargo, asiste a la desaparición
accidentada de la bodega, a la
enfermedad de Corsino Ordóñez, el bodeguero, y a su despedida, antes de morir.
Se compromete dar el discurso final de despedida, durante el entierro, sin
embargo, no logra articular algo coherente, amedrentado por la presencia del
carpintero de la “Nave del Diluvio Final”, que era el nombre de la carpintería
instalada en sustitución de la taberna. Sin perder de vista al carpintero que
se encontraba en la muchedumbre asistente al entierro, que fue alejándose
paulatinamente, hasta ser solo visible su sombrero de paja, siendo del tamaño
de un insecto, Felipe, en vez de discurso dio un grito, agarrándose el pecho, y
se fue de bruces desmayado. La cuarta parte de la novela, que corresponde al
desenlace, transcurre en la hacienda de Sanabria llamada Uyupampa. Allí, el
intrigado Doctor Sanabria, amigo del papá de Felipe Delgado, que ha decidido
rescatar a Felipe del alcoholismo, da la orden a su administrador Menelao Vera
a encontrar y hurtar el cuaderno de anotaciones de Felipe Delgado; Sanabria
creía poder encontrar claves para entender el comportamiento extravagante de
Felipe. Más tarde, en la noche de San juan, después de que aparece el cuaderno,
Felipe, ante el asombro de todos quema su cuaderno de anotaciones. En la
hacienda muere Estefanic, el otro amigo de su padre, que lo acompaña hasta el
final, y es enterrado debajo de un Sauce, árbol que amaba el difunto. Estos son
sucesos que anteceden a la desaparición de Felipe Delgado.
Conclusiones
Se
ha dicho que la novela es la narrativa del anti-héroe, contraste con la épica y
la narrativa del héroe; se ha dicho o insinuado también que se abandona la
grandilocuencia de la tragedia para
entrar de lleno a los avatares del drama.
También se puede decir que se trata de viajes hermenéuticos a las cavernas y
recovecos laberínticos del sujeto, de las dinámicas de la subjetividad. En
Felipe Delgado el protagonista se enfrenta a sus múltiples contradicciones; no
solo se trata de las contradicciones culturales en al abigarrado entramado
mestizo, que se debate entre la nostalgia de lo indígena y la expectativa
moderna criolla, sino también de contradicciones sociales, entre la sociedad
institucionalizada y la sociedad arrinconada, marginada, ocultada en las sombras.
Así mismo aparecen las contradicciones relativas al deseo insatisfecho,
insatisfacción que se oculta en juegos artificiales y fetichistas. Por otra
parte, se nota el contraste entre las fraternidades de hombres y el aislamiento
obligado de las mujeres, aunque se las presente como hechiceras o símbolos de
la belleza y entrega espontáneas. No se dejan de dibujar los anuncios
histórico-políticos, en este caso, de los primeros actos bélicos de la guerra
del Chaco. Es decir, que el sujeto de la novela se halla, por una parte, en
pleno ojo de la tormenta, aparentemente apacible, aunque sitiado por
torbellinos; por otra parte, ante encrucijadas que le exigen bifurcar el
camino, decidir el curso venidero, aunque arriesgue perderse en el laberinto.
Felipe
Delgado es un personaje perdido en el laberinto social, cultural, imaginario,
subjetivo, de una sociedad que no logra encontrarse, que se siente arrastrada
en torbellinos que no controla, aunque, como Estado, como sociedad
institucionalizada, intenta mostrar seguridad, determinación,
institucionalidad. Felipe Delgado se encamina, desde un principio, el comienzo
de la novela, a su propia diseminación,
a lo que llama el “sacarse el cuerpo”, es decir, despojarse del cuerpo. Marcha
a este desenlace como una embarcación al naufragio, a pesar del sinuoso decurso
de los eventos y escenarios donde hace como escalas. En estas escalas, como las
del amor, la isla del amor, en pleno mar tempestuoso, se asiste al
desenvolvimiento de oportunidades, empero deterioradas y desechadas en el
despliegue de sus tejidos autónomos. Son como síntomas de esperanza, pero
también acompañados por síntomas del fracaso anticipado, de la diseminación y
el despojamiento del cuerpo.
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