Substrato infinitesimal de la existencia

Substrato infinitesimal de la existencia 

 

Sebastiano Mónada

 


 


 


 

 

  

¿La Existencia se sostiene sobre la nada?

¿Puede algo sostenerse sobre el vacío?

Sólo puede levitar como fantasma

sobre los escombros de la desaparición.

 

El universo se sostiene en el átomo,

indivisibilidad compuesta en el delirio

de azarosas asociaciones.

Vibrantes partículas infinitesimales.


Cuerdas afinadas en interpretación

fantástica del comienzo de todo.

Usando el pentagrama secreto, 

escrupulosamente guardado. 

Tesoro ancestral contra el olvido. 

 

¿Acaso es un vacío llenado por la danza 

habitual de los electrones? 

Rotando rítmicamente alrededor 

del asombrado núcleo espectador.

 

Núcleo vibrante, cavidad de emociones,

al contemplar las ondulaciones finas

de la armoniosa danza mitológica

alrededor del fuego sagrado.

 

Juego vibrante de energía lúdica,

que inventa el cosmos sorprendido

por el estallido de emociones galácticas

dando vueltas en bucles creadores.

 

Somos invento de juguetonas cuerdas,

vibrantes ondas que atraviesan el tejido,

hilado de tiempo en colorida textura,

extendida como fluida nostalgia.


Buscando en el olvido de la experiencia 

la remembranza extraviada en recovecos 

de los substratos de la memoria. 

En los recodos de las huellas borradas.

 

En el comienzo la invención estética, 

la inspiración intempestiva

que atrapa al acontecimiento.

Redes tejidas de la imaginación. 

 

Somos productos del arte lúdico,

que compone melodías inéditas, 

pintura de alegorías simbólicas.

Narración de tramas sin desenlaces,

historias del presente y del futuro.

 

Todo se sostienen en composición cimbreante

en esa sinfonía multitudinaria,

que resuena en el cosmos acústico,

dando lugar a polifonías apoteósicas

en distintos escenarios atiborrados.


Donde se escuchan a orquestas esmeradas

interpretar los códigos indescifrables,

el sentido inmanente y soñado,

de la vida intrépida, aventura romántica.

 

La nada no existe, 

tampoco el vacío.

Lo que acontece es la coreografía

donde encantadoras bailarinas,

ondulando sus cuerpos fluidos

en el esplendor del espacio inventado,

dan pasos vaporosos y delicados.


Balletistas minuciosas, 

intérpretes consagradas,

realizando el desciframiento

de los signos encriptados

por el acontecer lúdico sideral.

 

¿Por qué te crees humano el fin de la historia?

Cuando ni siquiera ésta ha comenzado.

La versión del cuento oral,

en noche acuatica alubrada 

por la luna llena nadadora.

 

Siempre se rememora distinta

la memoria inscrita en la corteza

de los frondosos árboles talados.

Testimonios mudos de la civilización

del desarrollo y la muerte.


Retomando la trama en otra narración,

vuelta a escribir en textura y urdimbre

de la composición hendida en la piel.

Repetida en el eterno retorno de la diferencia. 

  

No eres más que efluvio de la imaginación

de estas ondulantes danzas.

Ocupan musicalmente el espacio fingido

en la representación teatral 

de las sociedades somnolientas.

 

En vano te crees hijo de este misterio.

Te erijes en dominio heredado,

mito de la civilización inaugurada

por sacerdotes celosos

y funcionarios melindrosos. 


Eunucos que entregaron sus órganos

al deseo paranoico del déspota,

que recibe el tributo impuesto

después de expropiar tierras comunales.

 

No eres más que una de las pinceladas

del arte pictórico de virtuosos artesanos.

Dibujo eximio y del color trovador.

No eres más que el andar

inventando el camino.

 

Eres los silenciosos pasos, 

cadenciosos de cazador,

también el eco del movimiento

de grácil balletista afamada.

 

No eres más que protagonista efímero

en transcritas tramas ideadas 

por escritores olvidados

de los pueblos desaparecidos.

 

¡Alegrate de existir en el instante!

Enternidad fugaz de la existencia.

Goza del momento inquietante,

premura de la potencia de la vida,

del acontecimiento cambiante.

 

Deja desbordar el afecto,

intuición sensible del acto creativo.

Vínculo ancestral del humano

con la compulsión de la entrañable

artesanía arcaica del cosmos.


Cociendo a fuego lento la arcilla

de la alfarería heredada. 

Cántaro donde se guarda la chicha

para el festejo ritual de la ceremonia

del solsticio y del equinoccio.  

 

 

 

 

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