Acontecimiento y realidad

Acontecimiento y realidad

 

Raúl Prada Alcoreza



 

 

 

 

 

Acontecimiento y realidad son dos conceptos, que tienen obviamente sus referentes. ¿Qué es lo que importa en este caso, el concepto o el referente, o ambos, la relación entre ambos? Ciertamente no se puede separar el concepto de su referente, es decir, de a lo que se refiere, lo que nombra, lo que describe e interpreta. Tampoco podemos quedarnos con el referente mudo, sin concepto, sin nombrarlo. El referente estaría al margen del lenguaje, incluso al margen de la sociedad. En consecuencia, tenemos que hablar de la interacción entre concepto y referente. Pregunta: ¿Cómo el referente se hace concepto? Otra pregunta: ¿Después, por qué el concepto se modifica con el tiempo? En otras palabras, porque hay distintas interpretaciones del referente. Todas estas interpretaciones, todos estos cambios conceptuales, no modifican el referente, aunque hay que tener en cuenta que el referente mismo tiene su propia historia, es decir, puede cambiar, no solamente de manera particular, sino de manera singular, dependiendo del contexto y la coyuntura. 

 

El concepto no es el referente, el referente es independiente del concepto, ¿el concepto es independiente del referente? No parece que esto sea posible, salvo en un discurso especulativo, por ejemplo, religioso; sin embargo, hasta el concepto religioso tiene referente, aunque éste sea imaginario. Partamos de la siguiente premisa: El concepto no es nada sin el referente. El concepto no puede sustituir al referente, empero el referente es sustituido imaginariamente. Al nombrarlo el concepto contiene imaginariamente al referente. La imaginación es la facultad clave para comprender la relación entre concepto y referente. 

 

 

La imaginación 

 

 

La imaginación es el pensamiento mismo, es la condición de posibilidad del pensamiento; es el devenir del pensamiento, el devenir de la imaginación en pensamiento. Se puede decir que con la imaginación comienza la interpretación. La imaginación forma parte de la percepción y de la fenomenología de la percepción, que actúa de una manera integrada, compleja, en constante composición. Hay que observar y comprender a la imaginación en su devenir como proceso; en principio, la imaginación tiene que ver con los primeros datos de las sensaciones, parafraseando a Henri Bergson. Lo visible se internaliza como imagen, se hace figura, después configura, para posteriormente refigurarse a través del lenguaje. 

 

Hay que tener el cuidado de no caer en la disociación de la sensaciones, de su fenomenología, pues ninguna sensación sucede sola, sino que está articulada e integrada con otras sensaciones, precisamente en la fenomenología de la percepción. En ese sentido tenemos que recordar que la imaginación, siendo la facultad clave del pensamiento, por lo tanto de la experiencia y del conocimiento, así como del lenguaje, siempre está integrada y articulada con las demás sensaciones, con con los demás devenir de la sensaciones, en un complejo proceso, en constante modificación y metamorfosis, que es la percepción. En consecuencia, la imaginación no es nunca la misma en un momento o el otro de la fenomenología de la percepción. Se transforma, desde las primeras sensaciones que capturó el cuerpo, desde cuando se inscribe la imagen como primordial interpretación de la sensaciones, hasta complejas conceptualizaciones, además de otras configuraciones estéticas; se da lugar a procesos en devenir y al devenir de los procesos de la genealogía de la imaginación.

 

Desde una perspectiva biológica podemos decir que la condición de posibilidad biológica de la imaginación se encuentra en las dinámicas corporales, que corresponden a las sensaciones desatadas, en el contexto de las relaciones con los entornos. Las dinámicas cerebrales, sobre todo las dinámicas neuronales, son, por así decirlo, el substrato más concreto de los flujos de la imaginación. Cuando hablamos de flujos tenemos que recordar que el cuerpo no solamente está compuesto por órganos, sino que hay que entender a los órganos en su articulación e integración, asociación y constitución sistémica, por así decirlo. Lo que hay que visualizar son los flujos que se producen corporalmente. Los flujos sanguíneos, los flujos de la sensaciones, que circulan por las redes de nervios, los flujos del metabolismo, los conjuntos de flujos químicos, así también hay que comprender, en esta configuración compleja, lo que denominaron Gilles Deleuze y Félix Guattari el cuerpo sin órganos. Desde esta perspectiva, tenemos que comprender también a los flujos de la imaginación, en constante metamorfosis y juegos lúdicos, que dan lugar a metáforas, también dan lugar a conceptos, en articulación con la facultad del entendimiento, con la predisposición lógica y la síntesis de la razón.

 

Cómo hemos dicho anteriormente, en el anterior apartado, que la imaginación se encuentra entre el referente y el concepto, obviamente, aunque no sólo, porque además la imaginación se encuentra entre el referente y las configuraciones estéticas. Este entre tiene que entenderse de manera simultánea, concibiendo la simultaneidad dinámica, de la que ya hablamos. No es que el referente es transformado en concepto, puesto que eso no puede ocurrir, el referente, como hemos dicho, es independiente del concepto, sino que la sensaciones, que capturan al referente, que se convierten en las imágenes primarias del referente, se transforman en imágenes transformadas, que juegan desde un principio a la interpretación del referente.

 

Ahora bien, todo eso no puede entenderse sin la incumbencia del lenguaje.Tomemos, de manera resumida, al lenguaje como un acontecimiento social; hablamos obviamente del lenguaje evocativo, del lenguaje humano. Pues, como hemos dicho, hay otros lenguajes que anteceden y anticipan al leguaje humano; estos otros lenguajes son el substrato del lenguaje evocativo, esos otros lenguajes no son evocativos. Al respecto, nos remitimos a lo que habíamos dicho y escrito[1]. El lenguaje humano también es corporal, sonoro y escrito, desde un principio como gramatología y fonación. 

 

Al respecto, no hay que olvidar que el lenguaje tiene un substrato simbólico, que, a diferencia del signo, no es dualista, si no que se abre a la marca, a la hendidura y a la huella. De esta manera activa la imaginación, que se encarga de interpretar simbólicamente el acontecimiento, configurando mitos, las primeras narraciones. El lenguaje nunca se va a desprender de este substrato simbólico, si lo hiciese no podrían darse lugar a los signos, a lo que la lingüística denomina signos, a esa relación dualista entre significante y significado. El significado, que viene a ser el concepto, desde la perspectiva de la lingüística, corresponde a esa metamorfosis de la imagen. Esta metamorfosis de la imagen configura interpretaciones simbólicas como el mito. El substrato mitológico sostiene a los sistemas de signos. De otra manera no podría haber significado. Se trataría de significantes vacíos. En todo caso no puede haber significantes vacíos, porque el significante es significante de algo, del referente, de la imagen del referente, del concepto del referente.

 

El problema de la lingüística ha sido el de conformarse en una división de los saberes, para estudiar, de manera aislada, aquello que llama lenguaje, lengua y habla, incluso podemos incorporar la escritura. La memoria oral y la memoria escrita. Cómo hemos dicho alguna vez, no hay lenguaje evocativo sin los humanos que lo emiten, lo recepcionan y lo decodifican. Es decir, no hay lenguaje sin los cuerpos que transmiten lenguaje. En este sentido, el lenguaje es un acontecimiento, como tal está articulado a otros acontecimientos corporales y sociales, además de acontecimientos ecológicos y biológicos. En este sentido, es menester pasar a un análisis del lenguaje desde la perspectiva de la complejidad.

 

Volviendo a la relación del concepto y del referente, retomando la perspectiva de la complejidad, debemos decir que la conceptualización también es un acontecimiento social. No es un hecho individual, aunque se singularice en algún individuo, que sintetiza personalmente el acontecimiento social, dentro del acontecimiento social, el devenir de la imaginación y el devenir de la conceptualización. Aunque lo diga y lo escriba mejor que otros, esas singularidades no pueden entenderse sin el ámbito de relaciones en el que está incierto el sujeto en cuestión, en los procesos sociales y singulares en los que está inserto el vocero y el escritor. Lo que queremos decir es que hay que estudiar el devenir conceptualización a partir de la integración de distintos planos y espesores de intensidad, de distintos procesos singulares, en constante composición, descomposición y recomposición.

 

 

Ahora podemos volver a la relación y diferencia entre acontecimiento y realidad. Hemos dicho que el acontecimiento está más acá y más allá de la realidad, que la desborda. También hemos dicho que la realidad corresponde recortes en el acontecimiento, podemos hablar de recortes de realidad, que forman parte precisamente de la experiencia social y de la arqueología del concepto de realidad. Por otra parte, acabamos de hacer una diferenciación entre acontecimiento como tal, en plenitud, por así decirlo, y acontecimientos en sentido singular, teniendo en cuenta que estos acontecimientos corresponden a la acontecimiento en plenitud, forman parte del acontecer del acontecimiento pleno. 

 

Lo importante de esta diferenciación es comprender que si bien podemos incidir en la realidad, no lo hacemos respecto al acontecimiento, formamos parte de acontecimiento, la realidad forma parte de acontecimiento, el acontecimiento es condición de posibilidad de la realidad, el acontecimiento es condición de posibilidad de nuestra incidencia, por lo tanto nuestra incidencia ya está condicionada por el acontecimiento. Sin embargo, este condicionamiento no es estático ni determinante si no es complejo. 

 

 

Conclusiones 

 

Acontecimiento, realidad, sujeto, pensamiento, es decir, imaginación; estos son los conceptos que intervienen para interpretar la experiencia. Podemos decir que es la intuición, como comprensión inmediata de la experiencia, la que concibe el acontecimiento, multiplicidad de devenires, que desborda.

 

Ciertamente, el acontecimiento forma parte del lenguaje, es desde el lenguaje que nombramos el referente de la experiencia incomprensible, que llamamos acontecimiento. Al nombrarlo, el lenguaje hace un boceto de configuración de aquello que llama acontecimiento y le atribuye un sentido inalcanzable. Como se puede ver, es desde el lenguaje desde donde opera la interpretación, que hace el sujeto de la experiencia y de la enunciación. El lenguaje es el territorio de locus

 

La realidad es un concepto que tiene como referente a lo que la experiencia ya controla, que se refiere, en principio, a la exterioridad, a la res (cosa) extensa, pero, al hacerlo desde una interioridad, es sentida desde esta interioridad, que participa en la interpretación de la exterioridad. Se trata de una exterioridad íntima, desde una exterioridad concebida por el sujeto de la experiencia, una exterioridad pensada, es decir imaginada. Lo que no quiere decir que la realidad es pura imaginación, sino que la imaginación captura lo visible de la realidad y el cuerpo captura lo percibible de la realidad, a través de la integración de la sensaciones, otorgándole un sentido desde el pensamiento.

 

Sin embargo es importante recordar que los conceptos no son el referente, como hemos dicho antes, el concepto de acontecimiento no es el referente al que se refiere la intuición de la experiencia. El concepto de realidad no es el referente a lo que se refieren los recortes de realidad, que se hacen para explicarla, para atribuirle un sentido, una estructura y una composición, aunque variables, que definen el funcionamiento de las realidades recortadas. Permitiendo operar en ellas y sobre ellas.

 

El concepto de sujeto es heredado de la filosofía y de la psicología, por eso mismo es problemático, sin embargo, ayuda a ilustrar, esta vez, el referente de la interioridad activa, que goza y padece el acontecimiento, que concibe la realidad y actúa en ella.

 

No hay que olvidar que el concepto también es una metáfora, recurre a la metáfora, a la figuración y a la configuración, es decir a las analogía y diferencias, mediante las cuales establece primordialmente una interpretación figurativa, que podemos llamar estética. Desde esa perspectiva, la experiencia no sólo deviene en el concepto, sino también deviene en una representación estética.

 

Podemos decir que el sentido es atribuido por el sujeto, que es el que opera desde su propio devenir interioridad, que también es intimidad, accediendo a lo que puede considerar exterioridad de una manera provisional. Desde esa perspectiva el sentido es cultural, corresponde a las estructuras narrativas simbólicas. En consecuencia no se trata como hemos dicho de un sujeto aislado, sino de un sujeto social, no hay sujeto aislado, aunque pueda concebirse como individuo. La individualidad es un producto social. El sujeto es un constructo de la hermenéutica cultural.

 

Hay que hacer hincapié y remarcar las diferencias conceptuales, que hemos mencionado, sobre todo respecto a la acontecimiento. Que es el concepto que sitúa a los otros conceptos en su propio devenir. Actuamos en la realidad, que concebimos, empero gozamos y padecemos el acontecimiento inconcebible. Nos constituímos como sujetos culturales en el devenir realidad desde el devenir múltiple del acontecimiento. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

 

 

 

Notas

[1] Raúl Prada Alcoreza: Potencia de la vida. Editorial Comuna. Talleres Gráficos Kipus. Cochabamba 2022. 

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