Un instante eterno

Un instante eterno


Sebastiano Monada


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Cae el agua del cielo
Inagotables muchedumbres de voces transparentes
Continuidad sangrante de la bóveda atmosférica
No es roja como las auroras que pierden su inocencia
Ni como los crepúsculos suicidas
Que pierden la cabeza

Mis oídos escuchan el derrumbe de los sueños condensados
Vaporoso manto sentimental extendido
Como amor maternal cuidando de las plantas vulnerables
De las rocas orgullosas por su temple tenaz

Me uno a su caída múltiple
Perpetua
Como la convicción fanática de los enamorados
Miro desde la ventana adormecida
A la ciudad dormida
En los brazos minerales de la cordillera
Que se olvidó apagar las fogatas de San Juan
Solo la lluvia intenta enmendar el olvido
Apagando los múltiples incendios titilantes
En las calles enlosadas de la Churubamba

Asombrado de la bondad vaporosa de las nubes
Observo los diminutos hogares ondulantes
Desde el lado oscuro del planeta
Que abandonó al sol en su tormenta de pulsiones
Desatando su apasionado fulgor
En ausencia de la media esfera bronceada

Más allá de la piel de la Tierra
Incontables constelaciones debaten bulliciosas
Sobre el curso inocuo del destino
Ellas mismas dan vueltas como remolinos
Alrededor de su eterno retorno
Al comienzo de todo

Te recuerdo amada
La calle mojada
No estaba Manuel
Como cantaba Víctor Jara
Tu mirada creadora
Cuerdas fugitivas de la nada
Inventando mundos alterativos
Regalándolos a los niños de rostros fascinados

Tus ojos navegantes descubren islas ocultas
Y continentes nómadas
Me inventaron iluminando con la antorcha de tus certezas
Inexpugnables como los oleajes cristalizados de las montañas
También tú eres mi invento alquimista  
Pues quiero convertir mis deseos en Dulcinea del Toboso
Como lo hizo el caballero de la triste figura

Millones de humanos se atropellan por alcanzar la corona
Símbolo frenético del poder
Por alcanzar el oro de la alquimia
Que convierte las banalidades en moneda de apuesta
O por lo menos el paraíso comprado
En la taxonomía cosificada de los supermercados  

Enredaderas de pena me crecen en el cuerpo
Miro risueño las compulsiones mercaderes
Agotan sus vidas en esta compulsa vana
Algunos, muy pocos, creen haberse coronado
No saben que es un disfraz de carnaval
Son los bufones que emulan soberanos
Creen contar con montañas de oro
Como los tesoros de Ali Baba
No saben que el brillo acumulado en sus bolsillos
Y en sus depósitos bancarios
Es la risa macabra de su propio demonio
Vencido de antemano
Por el dulce canto de los cisnes

No está el sol
Tan solo la luna en su cuarto menguante
No estás tú
Tan solo tu recuerdo divagante
En mi habitación marina como barco que apaga sus luces
Al hundirse en el abismo insondable
De tus sensaciones sin nombre
En el perfil sensual de la composición pintada por tu cuerpo
Y la fragancia de tus sueños no recordados

El agua abandonada resuena en las canaletas de las casas
Mientras se juega en el cosmos la guerra de los dioses
Mientras se juega en la Tierra la guerra de los mortales
Cuando tú sueltas tu cabellera inmensa
Liberando la noche de Constantinopla

Es hermoso este instante diferido como elástico
Te encuentro en la calle imaginada por Jaime Sáenz Guzmán
La lluvia ya no está pero la ciudad sigue todavía
El multiverso trenza sus múltiples tejidos 
La ciudad de Chuqui-Apu trepa las laderas
Buscando al Amauta confundido con las cumbres  
Los representantes sonámbulos pretenden el poder añorado
Y la hojalata de la riqueza fácil
No saben que esto dura hasta que sople el viento




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