La silla vacía


La silla vacía






La silla vacía de un presidente ausente, encerrado en su burbuja de poder. Especulando sobre su triste papel de fantoche en el guion de las dominaciones repetidas, coloniales y patriarcales. La metáfora que deja, la de la silla vacía, es elocuente; muestra el vacío político, el hondo hueco del poder. Se puede decir que el presidente no está, tampoco el poder, de manera efectiva, solo imaginaria, forzada y violenta; este poder del Estado fantasma, del Estado-nación restaurado, mordazmente a nombre del “Estado Plurinacional”, que de plurinacional solo tiene el nombre. Este poder del Estado ha sido tomado por el lado oscuro del poder, por las formas de poder paralelas no institucionalizadas, y es controlado por el orden de las dominaciones a nivel mundial, el imperio.  El poder está ausente de los festejos de la sociedad civil; prefiere los festejos de carnaval o las ceremonias de poder de las cortes de eunucos y de la masa elocuente de llunk’us. Teme asistir a donde se encuentra la sociedad libre, que piensa lo que piensa libremente, que hace lo que ve por conveniente, en aras de sus ciudades, que trata de salir del pantano al que llevaron gestiones corruptas y de institucionalidad corroída.

El presidente no está, porque le teme al pueblo alteño. El pueblo que derrotó al gobierno neoliberal de Gonzalo Sánchez de Lozada, pues teme que le puede pasar lo mismo; una vez le hizo la advertencia el pueblo alteño, enardecido, que bajó de la ciudad de El Alto a la ciudad de La Paz, cuando el “gasolinazo”, quemando las imágenes del presidente y del vicepresidente, encarándoles de que no nacionalizaron los hidrocarburos, que se entregaron a los chantajes y presiones de las empresas trasnacionales extractivistas.  Esta advertencia está en el aíre, latiendo como pulsaciones de la atmósfera, sobre todo, ahora, cuando se constata fehacientemente la subalternización del Estado-nación, como antes, a la dominancia del capitalismo financiero, extractivista y especulativo, además invadido y atravesado por el lado oscuro de la economía.

La figura de la silla vacía es ilustrativa del acontecer político en la coyuntura. El presidente está ausente, no gobierna; solo participa en el teatro político de la crueldad. Es un presidente de los espectáculos, de las puestas en escena; en definitiva, de la simulación y el montaje publicitario. Es un personaje de la ficción política. No es real; es un producto de los imaginarios; primero, colectivos, debido a las expectativas suscitadas; después, de los imaginarios extravagantes de la corte de eunucos que le rodean, de la estructura de poder palaciega; imaginario delirante ventilado por los medios de comunicación controlados estatalmente. Sin embargo, es este vacío el que hace de centro al círculo vicioso del poder. La significación del discurso político se logra cuando se llena momentáneamente este vacío por el comodín, que sirve para todo, como en los juegos de naipes. El comodín es el arlequín, el bufón, que divierte al rey y lo alaga.



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