Dilemas de la coyuntura
Dilemas de la coyuntura
Derrumbe o restauración del poder institucionalizado
Raúl Prada Alcoreza
Dedicado a Daniel Montañez, compañero
anarquista.
De acuerdo al paradigma
del tiempo, es decir del supuesto de
sucesión, inventado por la literatura, antes que ella por las narrativas
anteriores, incluyendo la trama del mito, los hechos transitan, que es como decir ocurren en el tiempo; pero si el tiempo
no existe, sino es como un parámetro para medir lo que pasa, hechos, sucesos,
eventos, acontecimientos, entonces
tampoco hay transición de una
condición a otra, de una situación a otra; para decirlo más fácilmente y de una
manera espacial, de un punto a otro. Entonces como interpretar aquéllo que se nombra como transición, cuando se desenvuelve un acontecimiento. Desde la perspectiva de la simultaneidad dinámica, lo que pasa es que el acontecimiento acontece,
se mueve, muestra sus contenidos, sus facetas, sus composiciones, aunque no pueda hacerlo con todas. Todo acontece en la simultaneidad de la complejidad
dinámica, sinónimo de realidad.
Para decirlo de otra manera, esta vez metafórica, figurando un juego, ocurre como en un juego de dados, los dados ya están
tirados, hay que esperar su síntesis
numérica, cuando el azar se realiza
en la necesidad y la necesidad
efectúa el azar.
A pesar de los parámetros
del análisis político, en verdad, no hay transición
política, salvo en el imaginario teórico,
que usa al tiempo como lógica inmanente. Lo que supuestamente
va a pasar y no se conoce, porque lo que pase se encuentra en el futuro inmediato, en la perspectiva
compleja, ya está pasando, para decirlo de una manera simple y entendible,
ya es un hecho. Por ejemplo, un acontecimiento político que se da, que emerge de los espesores del presente, se da de manera completa, mostrando sus
contenidos y sus facetas, sus caras, aunque no todas, pues no puede mostrarse
lo que la filosofía denomina la totalidad.
El reciente evento político mexicano, con la victoria arrasadora de Manuel
López Obrador, no apunta a un gobierno de transición,
como había nombrado en un anterior ensayo[1],
sino que muestra ya todo su entramado y todos sus desenlaces, aunque parte de
ellos se encuentren sumergidos, opacos y hasta ocultos.
Había dicho que más que una victoria de MORENA se
trata de un cambio de actitud del
pueblo mexicano, que rompe con los habitus e incursiona en nuevos
comportamientos, que también son antiguos, pues recupera la conducta rebelde de
lo más propio de la revolución mexicana,
aunque sea todavía el inicio de la alteridad.
Al respecto mi compañero anarquista Daniel Montañez me hace la siguiente
observación:
- En relación con el punto anterior, no creo que el triunfo de Obrador sea en ningún caso una transición que tenga que ver con, en tus palabras, "búsquedas de salida a la crisis múltiple del Estado-nación y del orden mundial", todo lo contrario, Obrador es la reconstrucción del Estado-nación y del orden mundial (no hay más que ver lo bien que se lleva con Trump). Pero leyendo tu artículo entero me queda más clara que tu posición no es exactamente esta. Lo que quieres decir es que la gente a votado por Obrador para salir del desastre en el que nos encontrábamos. Con esto estoy de acuerdo. Pero luego dejas caer que lo que pasa es que la gente como que ha "despertado" y, más allá del triunfo de Obrador, se comienzan a vislumbrar cambios profundos. Con esto no estoy de acuerdo, respondo por qué en el siguiente punto.
- Creo que la victoria de Obrador
se debe a su triunfo en dos planos: el táctico y el estratégico.
Tácticamente ha sabido maniobrar muy bien para ganar en el norte del país.
Obrador siempre tuvo el sur, Chiapas y Oaxaca, y podríamos incluso añadir
en cierta medida la capital (porque la ganó en su día y luego se la quitaron
los de su propio antiguo partido el PRD, pero era cuestión de tiempo que la iba
a recuperar). Por otro lado, las zonas de intensidad comercial del norte, el
golfo (Veracruz) y Yucatán, siempre se le escaparon porque los grandes
empresarios tenían miedo de su halo de izquierda nacionalizadora. Entonces
Obrador se centró en el norte desde hace varios años con una táctica bien
sencilla: se alió con el PES (Partido ultraconservador antiabortista
y homófobo) para demostrar que aceptaba la cultura conservadora norteña y
les prometió no sólo no nacionalizar nada sino mejorar sus condiciones
comerciales mejorando las relaciones bilaterales con EEUU. Además, y lo más
importante, les prometió que acabaría con la violencia mediante el diálogo con
el narco y la legalización de las drogas. Los empresarios del norte terminaron
cediendo porque los otros partidos no les ofrecían sino más de lo mismo:
guerras al narco, malas relaciones con Trump, etc., todo lo que lleva años sin
funcionar. Así ganó al norte Obrador. Luego, la victoria en Veracruz y Yucatán
fue producto del arrastre, usó los mismos argumentos, pero trabajó menos en
esas regiones, por eso ganó con un margen más corto, pero ganó, al fin y al
cabo. Sólo perdió en Puebla, pero parece que fue un fraude, igual no le
importa porque no pierde nada sustancial. Cambio de punto para explicar el
plano estratégico[2].
Aunque esté de acuerdo con las observaciones de
Daniel, es discutible de que todo el merito se deje a la táctica y a la
estrategia de MORENA, pues las organizaciones políticas no están solas en un
mundo político vacío; lo es están porque se sitúan en un mundo poblado de
pasiones, sensaciones, percepciones, memorias y comportamientos populares. Si
se ha extendido la convocatoria de Juntos Haremos Historia es porque así lo ha
querido la población votante. Ha llegado a un punto de inflexión, donde decidió votar masivamente de otra manera,
porque quiere decir basta, primero en la tonalidad pasiva de la estadística
electoral. El análisis crítico no debe enfocarse tanto en la táctica y la
estrategia de MORENA, sino en lo que llamo cambio
de actitud, ruptura de comportamientos del pueblo mexicano. Si bien se pueden encontrar características
comunes en MORENA, también en su extensión abigarrada, Juntos Haremos Historia,
incluso en Manuel López Obrador, con otras experiencias conocidas, perfiles
dados en las historias políticas de
la modernidad, sobre todo en la historia
reciente, la clave del desciframiento del acontecimiento no se encuentra aquí, en lo mismo, sino, mas bien,
en la diferencia, en el cambio de actitud, en la ruptura con los
hábitos acostumbrados. Puede que sea
pertinente la hipótesis que la táctica política haya encontrado respuesta, que
la estrategia haya sido atinada, dadas las circunstancias sociales, políticas,
económicas y morales, empero, esto reduce la comprensión colectiva a
una especie de reacción pavlovista, al esquematismo
estimulo-respuesta, como si el
colectivo social no pensara, no tuviera criterio propio, basado en sus
experiencias y su memoria social. Las vanguardias
políticas siempre se han movido en este supuesto esquemático, ninguneando al
pueblo convocado.
¿Por qué antes tácticas y estrategias parecidas,
quizás menos elaboradas, incluso parciales, no han prosperado? La coyuntura es otra, es decir, la composición en los espesores de la coyuntura es otra. De lo que se trata es de
describir adecuadamente la coyuntura,
de interpretar la articulación integral de sus dinámicas moleculares y molares,
el entramado de sus procesos; en esta descripción
exhaustiva de la coyuntura percibir
la gramática de las multitudes o, en
su caso, de las muchedumbres. Para
decirlo de una manera amorfa, de las masas.
Pues, desde la perspectiva nómada,
que forma parte de la perspectiva
compleja, no hay acontecimiento
sin intervención social; cuando el poder ejerce campante sus huellas inscritas en la piel y hendidas
en el cuerpo, la pasividad social
hace de recepción condescendiente con los diagramas
del poder y las cartografías
políticas. En contraste, cuando el poder se ve cuestionado, incluso
interpelado, es más, desbordado por la movilización social, la condición activa social, inventiva y
hasta en ruptura, abre horizontes de
posibilidad. Lo que hay que visualizar en el cambio de actitud en los comportamientos electorales, de la manera
como lo han hecho, de una manera masiva y cohesionada, mas bien afín,
compartiendo el impulso o la motivación de decidir otra alternativa, por más
limitada que pueda ser, desde la mirada vanguardista,
son las razones profundas por lo que se los ha desplegado con esta actitud.
Los horizontes
abiertos por los cambios de actitud
social no son necesariamente vistos por las vanguardias, mucho menos por el
análisis político; estos horizontes
hay que descubrirlos en la penumbra de los acontecimientos.
Un cambio de actitud o gesto ya es el nacimiento de otro comportamiento,
es más, incluso de otra manera de ver las cosas, sobre todo conteniendo la
posibilidad de enunciarlos de una
forma no acostumbrada. Que las vanguardias
crean ver los horizontes que siempre
han buscado en la ideología interpeladora,
incluso crítica, es otra cosa, más
bien, se trata de una manera de no ver, de mantenerse ciego a los horizontes efectivamente abiertos.
De lo que se trata es de no circunscribir los horizontes efectivamente abiertos por la
potencia social a los presupuestos
pre-formativos de la formación
enunciativa vanguardista, mucho menos de la ideología, en todos sus matices, que son conservadores, a
diferencia de la utopía. Se trata de
lograr alumbrar estos horizontes de posibilidad,
comprender lo que la potencia social desea, a pesar que no
pueda nombrarla, por de pronto. Que la apertura
efectiva se clausure debido a la correlación de fuerzas, sobre todo por no
haber visualizado los horizontes de
posibilidad, restringiéndose a las verdades consabidas, no quiere decir que
lo que se ha abierto estaba condenado de antemano a los desenlaces presupuestos por la narrativa
política, incluso la vanguardista.
¿Cuál es la comunicación
que se debe efectuar? ¿Entre la convocatoria vanguardista y los oídos
del pueblo o, mas bien, entre potencia
social y el activismo radical,
que aprende de la movilización social, de la experiencia y memorias colectivas,
e intenta interpretar el acontecimiento? Lo primero es lo que
casi siempre se ha hecho, se ha hablado a los oídos racionales y formateados del pueblo, dejando de lado que la comunicación radical es con los cuerpos, con las percepciones
corporales, que son los substratos carnales donde emergen las constelaciones de
voluntades singulares
colectivas. No parece adecuado condenar
de antemano a la coyuntura política,
por sus limitaciones expresivas, representativas y delegativas, hasta
organizativas; se trata de buscar romper las limitaciones, plantar las condiciones de posibilidad de las
autonomías y los autogobiernos. En lo que respecta a la coyuntura mexicana, se trata de dar los siguientes pasos
potenciadores, que la iniciativa la tomen las multitudes, el pueblo, que ha
cambiado de actitud, que el control pase a manos del pueblo.
En lo que respecta a la estrategia empleada por Manuel
López Obrador, Daniel Montañez hace la siguiente observación:
- En el plano estratégico Obrador fue un genio. Primero se deslindó del
PRD. Con ellos nunca hubiera ganado. Era un partido plagado de corrupción que
venía de una antigua escisión del PRI, demasiado vinculado al PRI.
entonces hizo un movimiento desde cero, MORENA, apelando a espíritus
históricos guadalupanos profundos de la población, diciendo ser el
heredero de Hidalgo, Juárez y Cárdenas, es decir, el heredero del espíritu
histórico del Estado-nación mexicano que siempre que había estado presente
las cosas habían ido bien. Frente a esta arrolladora estrategia el resto de
partidos estaba sin armas. El PRI estaba quemado, pues había dejado de ser el
auténtico PRI desde 1968 por lo menos, radicalizando su desapego con
el espíritu nacional desde Salinas de Gortari. El PAN, la derecha tecnócrata,
sólo gana si no tiene un buen adversario enfrente, la gente lo vota como el mal
menor, pero no apela a ningún espíritu histórico de ningún tipo, son criollos
educados en Harvard que no representan al pueblo. El PRD, bueno, es el
antiguo partido de Obrador y ya estaba tocado de muerte desde que se fue
su líder mesiánico.
- En definitiva. Creo que Obrador ha ganado gracias a una buena táctica,
pero sobre todo a una buena estrategia: presentarse como el garante del espíritu
histórico nacional en un momento de muchas turbulencias. Es el mesías que
México necesitaba como agua de mayo en esta coyuntura. Pero, a diferencia de lo
que planteas, considero que esto no tiene nada que ver con un
"despertar" de la gente de ningún tipo. Más bien ha sido un cambio
conservador: regresar al espíritu histórico corporativo. En este sentido,
Obrador representa mejor al PRI que el propio PRI en este momento[3].
El pueblo o las multitudes que lo componen también interpretan; lo hacen a través de los mitos actualizados, así como a través del
imaginario milenarista, buscan al mesías político o la tierra prometida a
la que se llega por la peregrinación o el arca del Estado. Estas
sedimentaciones imaginarias, más profundas en la geología de la memoria social, se combinan otras sedimentaciones,
menos ancestrales, quizás antiguas, como, por ejemplo, el mito de la nación;
incluso se combinan con sedimentaciones modernas, como las relativas a las
convocatorias de clase. La memoria de
la revolución institucionalizada que
constituye el Estado-nación es un mito
moderno, que ayuda a interpretar
el presente, sobre todo cuando aqueja
en el desierto del olvido del sistema-mundo
cultural de la banalidad. No se trata de convencer al pueblo de que está
atrapado en la ilusión del fetichismo estatal, como lo hacen las vanguardias cuando quieren ganar
militantes. La comunicación con el pueblo no puede compararse y equipararse con
la comunicación directa de militante
a adepto; no se trata de una comunicación argumentativa de la retórica de
maestro a discípulo, sino de una comunicación
integral, que compromete cuerpos, percepciones, afectos, racionalidades
concretas, no abstractas. El encuentro de hermenéuticas
se da en el juego de sistemas de códigos diversos y
distintos. No se trata de culpar al pueblo por su apego al mito del Estado-nación, su apego al discurso nacional-popular, sino de la habilidad de deconstruir las narrativas autocomplacientes. El activismo libertario no es vanguardista,
sino una pedagogía política donde aprenden activistas y pueblo afectado,
sobre todo cuando se encuentran en las movilizaciones.
Si una estrategia política parece haber funcionado, no
es tanto por la lucidez de la estrategia, sino porque la estrategia ha
coincidido con la predisposición popular. Si no hubiera habido tal
predisposición, seguramente la estrategia, por más brillante que haya sido
diseñada, no hubiera tenido efectos. Otra vez, la clave para entender la coyuntura política no se encuentra en la
clase política, sino en las
mutaciones imperceptibles, en principio, para hacerse notorias, después, de los
esquemas de comportamiento de las
multitudes.
No está en discusión lo que de limitaciones y
contradicciones tiene Juntos Haremos Historia, también MORENA, así como el
líder que se encuentra como referente electoral y de gobierno. Estas
restricciones y ambivalencias llenas de contrastes están como corroboradas en
la larga historia política de la
modernidad, sobre todo de las llamadas revoluciones
y las subsiguientes formas de gobierno
que reclaman su continuidad heredada. Lo que está en discusión es cómo se
atraviesan los límites, como se entra a otro espacio-tiempo de agenciamientos
sociales y políticos. Ciertamente, ya lo sabemos los y las ácratas, que no es
siguiendo distintos decursos del circulo
vicioso del poder; no es con la pretensión
de verdad, que se enseña como maestro a pupilos, no es con el “programa
radical”, como lo hicieron los bolcheviques, sino con el despliegue y
desenvolvimiento de relaciones complementarias, de aprendizajes compartidos,
donde los activistas aprenden de las movilizaciones y el pueblo movilizado
aprende en la deliberación intensa, en el intelecto
general y en el saber colectivo.
La tercera observación que hace Daniel Montañez se
refiere al porvenir autogestionario y de autogobierno:
- Por último, y el punto más importante. Los movimientos que comentas en tu artículo (la huelga de la unam, el 68, los electricistas del SME, los maestros, el EZLN, Ayotzinapa..) son interesantes, aparecen en un momento de ruptura del pacto corporativo desde 1968 y lo que están es peleando por regresar a ese pacto. En este sentido son movimientos conservadores, luchan por no perder lo que tenían (electricidad y educación pública de calidad, derechos comunales sobre las tierras, vida cotidiana sin violencia, etc.). Pero en esa lucha, y esto es lo más interesante, avanzaron hacia lugares desconocidos de autonomía y autogestión y profundizaron un latente horizonte comunitario-popular distinto a los caminos enmarcados dentro de modernidad fundada en el Estado y el mercado. Pero este camino es lento, como dicen los zapatistas: "vamos lento porque vamos lejos", y en la esfera macro siguen pasando cosas. Es en este momento donde entonces aparece Obrador como garante de reconstruir el pacto y estos movimientos se ponen muy contentos y regresan a las prácticas pasadas diluyéndose de nuevo en el horizonte nacional-popular y abandonando los avances que habían logrado en el horizonte comunitario-popular (por cierto, he de decir que una de las cosas que más me fascina de la producción intelectual del grupo Comuna es vuestra distinción entre el horizonte nacional-popular y el comunitario-popular). Esto es lo que te estaba tratando de plantear en el fondo en el anterior correo que te envié. Estos movimientos tienen un gran peligro de desaparecer, de diluirse de nuevo en ese gran pacto corporativo del horizonte nacional-popular, perdiendo así todo lo que se ha avanzado en la construcción de otro mundo fundado en la autogestión. Yo sé que en Bolivia habéis vivido una situación similar con el MAS, entonces por eso te decía que aprender de vuestra experiencia le puede venir bien en este momento a México y sus movimientos porque se van a enfrentar a retos semejantes[4].
Creo
que en lo que respecta al porvenir
tenemos que aprender de la experiencia zapatista, de la manera de actualizar las
memorias de las naciones y pueblos indígenas, hacerla presente y usarla en la lucha descolonizadora, resistiendo, por así
decirlo, a las tentaciones representativas, delegativas y vanguardistas.
Manteniendo en pie las prácticas
pedagógicas políticas del autogobierno, de la autonomía, formando
consensos. La experiencia política en la historia
reciente del continente nos enseña que no es fácil mantenerse en pie, que
es más fácil caer en la tentación de ser gobierno y contar con gobernados,
buscando transiciones pragmáticas o,
si se quiere, viables; este ruta es
la que ha conducido a los “gobiernos progresistas” a reproducir el círculo vicioso del poder; es más,
incluso, al repetir la historia dos
veces o más, teniendo como referente a los gobiernos
nacional-populares de mediados del siglo XX, no solo pasaron de la tragedia a la comedia, incluso a la farsa, sino la grosería de la impostura.
[1] Ver ¿Derrumbe del poder institucionalizado? http://movilizaciongeneral.blogspot.com/2018/07/derrumbe-del-poder-institucionalizado.html.
[2] Correspondencia virtual Raúl Prada
Alcoreza-Daniel Montañez.
[3] Ibidem.
[4] Ibidem.
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