¿Derrumbe del poder institucionalizado?
¿Derrumbe
del poder institucionalizado?
Raúl Prada
Alcoreza
No solamente a lo acontecido en las elecciones
en México, sino en la historia reciente de la república mexicana, habría que
hacerse algunas preguntas histórico-políticas; una de ellas es: ¿Se trata de la
clausura del ciclo de la “revolución institucional”, que encarnó el PRI? Si
tomamos en cuenta que el partido-Estado, que se convirtió en el Estado-partido durante
más de medio siglo, casi llegando a los tres cuartos de siglo de “hegemonía
política”, se derrumba como efecto de la asonada y el levantamiento indígena
maya zapatista de la Selva Lacandona, podremos preguntar, de manera más
precisa: ¿Si el derrumbe ya aconteció como efecto de la rebelión
zapatista, corroborándose en su derrota
ante el PAN, partido conservador, que terminó en una alianza cómplice con el
PRI, se trata, ahora, con los resultados de los comicios, de la clausura del
poder institucionalizado en México, poder del príncipe mestizo, a decir de Rina Roux, poder materializado en el
Estado corporativo, después del derrumbe de la “revolución institucional”, cuya
agonía se dilato en alianza con el PAN? Estas preguntas vamos a tratar de
responderlas, sobre todo a la segunda, en este ensayo.
Con el propósito anunciado, comenzaremos
recordando lo que escribimos en México:
Intensidades sociales y territoriales. En ese texto apuntamos nuestra
perspectiva crítica en relación a la historia; siguiendo el enfoque de Emmanuel
Wallerstein, quien dice que no hay una historia nacional del capitalismo sino
una historia mundial, ampliamos el enunciado sacando otras consecuencias
teóricas, esta vez respecto a la historia del Estado-nación. Hablando de la
historia de México, dijimos:
La historia de México no puede ser sino historia mundial. La pregunta es ¿qué es lo
que acontece en el mundo para que emerja un acontecimiento México, para que este acontecimiento despliegue recorridos, incursiones, expansiones,
mermas, para que este acontecimiento
contenga multiplicidades de singularidades
y de singulares procesos
entrelazados, que contenga dramas, tragedias, realizaciones, frustraciones,
consagraciones, de multitudes? Para decirlo de una forma, los y las mexicanas
nunca estuvieron solos en el mundo, estuvieron en el mundo; al estarlo co-accionaron con otros y otras identidades colectivas – usando este
término discutible de identidades
-, fueron afectados por otras fuerzas, afectaron a otras fuerzas. Para
responder a la pregunta ¿cómo hemos llegado a ser lo que somos en el momento
presente?, es indispensable una mirada retrospectiva que tenga en cuenta esta
configuración de dinámicas sociales
singulares, de recorridos
singulares, en constante asociación, composición, en constante artesanía
de tejidos, tejiendo redes.
Esto es precisamente lo que intentaremos hacer[1].
No hay una historia del Estado-nación, sino
una historia mundial del sistema-mundo político. De lo que se puede hablar es
de las formas singulares de la historia del orden mundial, formas singulares
regionales, formas singulares nacionales, formas singulares locales. Para
comprender lo que se viene en llamar historia nacional, es menester
contextuarla en el ciclo largo correspondiente del sistema-mundo capitalista;
para comprender lo que acontece con un Estado-nación particular es necesario
contextuarlo en la historia del sistema-mundo político. Con esto no se dice que
las historias singulares no son incidentes en el acontecer histórico-político;
lo son, pues, en realidad, para decirlo de ese modo, no hay exactamente
historia, que es una narrativa, sino trayectorias, recocidos, ciclos,
singulares. Las singularidades se dan como asociaciones de mónadas y en
constelaciones de contextos singulares de asociaciones. Las singularidades se
dan en una sincronización integral.
En el ensayo mencionado, a propósito, se
expone lo siguiente:
Son pues singularidades las que se ponen en
marcha, las que entran en dinámicas sociales, culturales, de caza y
recolección, agrícolas, las que conforman composiciones sociales más complejas,
las que construyen instituciones, que no solo suponen la estructura y la
organización, sino también los imaginarios. La historia efectiva, a diferencia de la historia oficial, que es una narrativa teleológica, es más bien
una tejedora de varios hilos,
de varios diseños, que se conectan, que se entrelazan, que se desanudan,
componiendo coloridos textiles, donde se inscriben narrativas colectivas
simbólicas. La historia efectiva no es teleológica, es aleatoria.
Lo emocionante es
atender a la creatividad, a las capacidades inventivas, de las múltiples
singularidades, que componen tejidos sociales complejos, que no son interpretados por los historiadores, salvo
haciendo recortes, para poder armar secuencias. Lo impresionante es la potencia social creadora de mundos,
aunque estos contengan dramas y tragedias humanas como la conquista y la
colonización. Se puede decir, siguiendo a Serge Gruzinki, que los mexicanos
inventaron el mundo moderno. No lo dice Gruzinski, sino que es una conclusión
nuestra. La primera conquista colonial
moderna de gran escala fue la conquista de México, es cuando conquistadores y
conquistados se transforman, se convierten en humanos modernos. El hombre moderno, usando el nombre de
género dominante de la humanidad, por lo menos durante gran parte de la
modernidad, son el conquistador y el conquistado transformados, no solo por el
acto de la conquista y la acción de la colonización, sino por el mismo mundo
que se está constituyendo, como mundo moderno.
Que primero los
conquistadores se apropiaron del mérito de este acontecimiento que cambiaba el mundo, acontecimiento no comprendido en absoluto por quienes creían que
se trataba de una extensión de Europa, después por quienes que consideraban que
era un logro de la revolución industrial y el libre mercado, posteriormente por
quienes consideraron que se trataba de evolución civilizatoria, concebida como desarrollo. Todas estas narrativas lo
que hicieron es relatar desde la perspectiva de los vencedores; se construyeron una historia universal a imagen y semejanza. Narrativa, por cierto,
pobre, en comparación con los tejidos
sociales y culturales que compusieron las poblaciones, pueblos, sociedades,
comunidades del mundo. Estos tejidos espacio-temporales no han
sido leídos.
Ciertamente hay que
re-escribir, no la historia, porque no la hay, salvo en
el imaginario institucional, sino las expresiones de las memorias sociales, que contienen las huellas de las experiencias sociales. No se trata,
de ninguna manera, de escribir la historia
desde el Sud, como dicen los de-coloniales, pues esto es escribir lo mismo o de
la misma manera, solo que desde otro ángulo de la misma geopolítica del
sistema-mundo capitalista, con otros nombres, otros escenarios, otros discursos
y otros colores. Se trata de escribir,
re-escribir, des-cribir, leyendo estas composiciones de los textiles sociales[2].
Cuando hablamos de México
hablamos de intensidades sociales y territoriales. Hablamos de las Confederaciones
de naciones y pueblos de Mesoamérica, de culturas y civilizaciones agrícolas de
extensión geográfica considerable, además de impacto continental y conectadas
con el resto de naciones y pueblos del continente. La huella humana se remonta a 14 000 años.
Después de miles de años de hominización y humanización, surgieron en el
territorio mexicano las culturas mesoamericanas, aridoamericanas y
oasis-americanas. En la geografía política del actual México emergieron civilizaciones
y culturas agrícolas, que domesticaron el genoma de las plantas e inventaron
técnicas y tecnologías agrarias que incrementaron notablemente la
productividad.
México, denominado también los Estados Unidos Mexicanos,
es un país ubicado en la parte meridional de América del Norte. Se define como
república democrática, representativa y federal; compuesta por 32 entidades
federativas, 31 estados y la capital federal. El territorio mexicano tiene una
superficie de 1 964 375 km², por lo que es el decimocuarto país más extenso del
mundo y el tercero más grande de América Latina. Limita al norte con la
república de los Estados Unidos de Norte América; la frontera se extiende a lo
largo de 3155 km. Al sur tiene una frontera de 958 km con Guatemala y 276 km
con Belice. Las costas tienen al oeste al océano Pacífico y al este al golfo de
México y el mar Caribe; agregándose 9330 km; es, entonces, el tercer país
americano con mayor longitud en sus costas. México es el undécimo país más
poblado del mundo, con una población estimada en más de 124 millones de
habitantes, de acuerdo a cálculos demográficos dados hasta el 2017. La mayoría
de la población habla la lengua castellana, llamada también español, junto a 67
lenguas indígenas. En el país se hablan alrededor de 287 idiomas. Tomando en
cuenta ciertas características de la población, es el país hispanohablante más
poblado, así como el séptimo país con mayor diversidad lingüística en el mundo.
Después de tres siglos de dominación
española, se dieron lugar las luchas por la independencia, en 1810. Durante
cerca de un siglo el país se vio envuelto en una serie de guerras internas e
invasiones extranjeras, que tuvieron repercusiones en la formación
histórica-social.
Esta descripción es la de costumbre, la conocida;
pero de lo que se trata no es de repetir generalidades, sino encontrar las
singularidades, los nudos singulares que hacen al acontecimiento México. Volviendo
al escrito citado, se configura este enunciado de esta manera:
Acontecimiento México por atender al acontecer y no a la narrativa
retrospectiva, al acontecer de un presente extendido, que actualiza sus planos
y espesores de intensidad sedimentados en la geología de la formación
social-territorial, inscritos en los cuerpos como huella de la experiencia,
guardados en la memoria social. Acontecimiento por abrir un horizonte histórico
y cultural en un momento y lugar donde se perdió el viejo mundo, naufragó, y se
abrió paso el nuevo mundo, transformando subjetividades, relaciones,
estructuras, instituciones, imaginarios. Acontecimiento por acontecer en el
ahora, con nuevas composiciones de tejidos sociales complejos, que tampoco son
interpretados por las academias, por las vanguardias intelectuales, mucho menos
por las interpretaciones oficiales, institucionales y burocráticas.
Acontecimiento que bulle en las múltiples resistencias, en distintos planos de
intensidad, que aparece actualizando dinámicamente sus sedimentaciones, sus
memorias, sus experiencias, en un presente, que nunca es el mismo, sino la
singularidad de la coyuntura que combina la complejidad de una determinada
manera, propia para el momento. Acontecimiento porque es vida, ciclos vitales,
memoria sensible, creatividad permanente. Acontecimiento también porque
convoca, solicita a los cuerpos liberarse de las inscripciones del poder, de
los fetichismos institucionales, liberar la potencia, actuar, volver a inventar
otro mundo, pues el que vivimos ya se ha clausurado[3].
Por eso queremos leer el
presente, mejor dicho, la coyuntura, a partir de una mirada retrospectiva; es
decir, de una manera genealógica. Interpretar la definición electoral, su
composición estadística, incluyendo las consecuencias políticas e
institucionales, como las relativas al control del Congreso y control de los
gobiernos de los estados, es decir, la victoria contundente y arrasadora, como
se ha dicho, en los comicios de Manuel López Obrador, se hace posible, desde la
perspectiva de una comprensión histórica-política de lo acontecido, a partir de
la mirada retrospectiva, que entiende al presente a partir de los espesores y
densidades de la coyuntura.
Iniciando el análisis del
presente a partir de una mirada retrospectiva, comenzaremos con las
descripciones efectuadas, a partir del asombro mediático. Después intentaremos
más que remontar, que es un término que supone el paradigma del tiempo,
incursionar prospectivamente en los espesores del presente, donde, para decirlo
acudiendo al lenguaje acostumbrado, el pasado se actualiza y se proyecta el porvenir.
Descripciones
mediáticas
Las descripciones mediáticas nos muestran el impacto de los eventos,
sucesos, hechos, filtrados como noticias, en el registro de los medios de
comunicación; registro esquematizado de acuerdo a la clasificación asumida por
la comunicación mediática. Si se trata de una valoración sensacional,
asombrosa, o, en contraste, intrascendente, ordinaria; si se trata de un hecho
abominable, detestable, o, en contraste, apreciable, ejemplar. Por ejemplo, los
resultados electorales en México resultan asombrosos, sobre todo porque
sobresalen notoriamente, comparándolos con la historia electoral del país. Pero
los acontecimientos no son ni asombrosos, ni apreciables, tampoco abominables o
cualquier otro adjetivo; los acontecimientos corresponden a las dinámicas
complejas e integrales del acontecer, corresponden a multiplicidades de
singularidades asociadas en composición, descomposición y re-composición, en
permanente combinación. El acontecimiento es el devenir.
Las conductas y comportamiento de los
pueblos, que están compuestos de multitudes abigarradas; para decirlo
esquemáticamente, responden o habitus o a innovaciones. No solamente a
mutaciones de conductas, sino también a transformaciones de conductas y comportamientos,
que supone rupturas con los habitus. ¿Cuándo acontece esto? Para seguir con la
misma exposición ilustrativa, usando figurativamente el esquematismo, cuando la
estructura de esquema de comportamientos habituales entra en crisis. Si
comparamos los comportamientos de la población votante en las anteriores
elecciones, se va a notar que en los recientes comicios el parámetro o el
patrón de conducta ha cambiado, incluso se puede decir que ha roto con lo
habitual. A pesar de que Manuel López Obrador ya tuvo impactos cuantitativos en
las estadísticas electorales, incluso se dice que ganó las anteriores
elecciones, empero, esta victoria fue conculcado por un fraude sistemático,
además acostumbrado en México, por parte de la clase política. En cualquiera de
las alternativas, de todas maneras, en términos de la correlación de fuerzas,
la victoria reciente de Juntos Haremos Historia y de Morena es incontestable,
contundente, a tal punto que los perdedores se adelantaron a reconocer el
triunfo de Manuel López Obrador.
Este cambio de actitud masiva puede
explicarse en contextos desafiantes que afronta el pueblo; el genocidio por
parte del Estado y de los Cárteles, que han optado por el recurso del terror
para imponerse, para implantar, consolidar y extender sus dominaciones
perversas. La implosión diferida del Estado-nación, carcomido por extendidas
corrosiones institucionales, también inscritas en los hábitos políticos;
acompañada por galopantes corrupciones, que forman parte de la economía
política del chantaje, extendida e intensificada de manera demoledora en la
historia política reciente. La aplicación depravada de políticas neoliberales,
que desmontaron las conquistas de la revolución mexicana; primero, de una
manera lenta, para ir apresurando sus pasos, luego avanzar de manera descarnada
y grotesca. La sumisión desvergonzada de la clase política al imperio del
norte, en un país donde su Estado corporativo mantuvo una orgullosa política
diplomática internacional. La pauperización de la población a ritmos devastadores,
a pesar de lo que muestra la metafísica de las estadísticas sociodemográficas
generales, que manejan los organismos internacionales. Hablamos de contextos no
solo amenazantes, sino destructivos de la vida humana, incluso en las
condiciones circunscritas y estrechas a la que la mantiene el capitalismo
dependiente y periférico; hablamos donde la violencia se ensaña con los
cuerpos, erigiendo en vez de ciudades vivas, urbes mortuorias, cementerios clandestinos
cavados en la premura de la violencia descarnada y el amparo cómplice del
Estado, del ejercito y la policía. El descaro de la clase política, su
descrédito mayúsculo, el desparpajo grosero del lado oscuro del poder, apañado
por el lado luminoso del poder, que se ensaña espantosamente en los feminicidios
incrementados, que responden al goce macabro del machismo desmesurado, que
tiene no solo miedo a la mujer, sino hasta siente terror ante su presencia
vital, fértil y fecunda, que recuerdan a la potencia creativa de la vida. Toda
esta decadencia llevada al extremo ha puesto en crisis la estructura de hábitos
de la población. Se trata de una
rebelión popular.
Los medios de comunicación, como dijimos,
asumen lo que acontece como noticia, información filtrada por la inclinación al
sensacionalismo; aunque haya excepciones que confirman la regla, la inclinación
generalizada es esta, la de participar en lo que acontece reduciéndolo a interpretaciones
mediáticas. Ocurre como si los medios de comunicación actuaran amortiguando los
impactos de los sucesos o exaltando sus aspectos más sobresalientes, desde la
perspectiva de la noticia. Hay medios de comunicación que ocultan los hechos o
los deforman a tal punto de convertirse en contra-información; hay medios que
comunican información, pero, la misma, se pierde en un plano sin perspectivas,
donde los hechos de toda clase participan en la pantalla y en el audio de la
misma manera, como si correspondieran al mismo peso de incidencia. Hay escasos
medios de comunicación que se esperan por ser objetivos, dar información
imparcial y descriptiva, cuando opinan hacerlo con propiedad; sin embargo, todo
queda como un buen registro útil. Si bien no se puede decir que los medios de
comunicación están fuera de la realidad, que nada tienen que ver con ella, pues
forman parte de la misma, a su manera, lo que se puede decir es que los medios
de comunicación ocultan la complejidad, sinónimo de realidad.
Haremos un repaso de algunos manejos
mediáticos de los resultados de los comicios en México, no tanto para remarcar
puntualmente lo que dijimos, sino para usar las descripciones mediáticas como
parte del acontecimiento, la parte reductiva y filtrada del acontecimiento. Los
ejemplos que tomamos son de los que podríamos calificar con pretensiones de
objetividad y de información, los que ayudan a dibujar descripciones mediáticas
de la coyuntura.
La BBC Mundo se
pregunta: ¿Por qué es histórico el
triunfo de López Obrador en México? La respuesta es:
Termina con un modelo de gobierno de varias décadas. Proviene de la lucha
social; ante todo, es la primera vez que gana las elecciones mexicanas un
candidato que se reconoce de izquierda.
Después dice:
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Andrés Manuel López Obrador es el presidente electo de
México.
Las largas filas, a veces con cientos de personas en los centros de
votación, fueron una primera señal de lo que venía. Pocas veces en México
hay comicios tan concurridos. Durante uno de esos momentos, en 2000, el
Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió el poder tras 70 años de
gobierno. Fue un momento inédito. Ahora ocurre otro. El candidato de la
coalición Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López
Obrador (AMLO), ganó la elección de 2018.
Anota respecto al
comportamiento de los contrincantes lo siguiente:
Con el conteo rápido dándole como ganador y con sus rivales Ricardo Anaya y
José Antonio Meade reconociendo su victoria, AMLO llamó a la reconciliación y
al combate de la corrupción. "El nuevo proyecto de nación buscará una
auténtica democracia y no una dictadura abierta ni encubierta. Los cambios
serán profundos, pero con apego al orden legal". Es la primera vez que en México
gana las elecciones un candidato de izquierda. Pero el momento histórico que
vive el país no es sólo por eso.
El triunfo de AMLO se considera histórico.
Cinco minutos después que cerraron los centros de votación, el
oficialista Meade reconoció que no había ganado y le deseó éxitos a López
Obrador. Casi enseguida hizo lo mismo el otro
contendiente, Anaya. Ambos tuvieron un gesto que nunca se había visto
en México: no sólo reconocieron su derrota en poco tiempo, sino que
además mencionaron el nombre del ganador y le desearon suerte. La única vez que
algo parecido ocurrió fue en 2000, cuando el PRI perdió el gobierno por primera
vez. En ese momento, casi a la medianoche, el entonces presidente Ernesto
Zedillo reconoció la victoria de Vicente Fox. Eso obligó al candidato de su
partido, Francisco Labastida, a hacer lo mismo, pero en su discurso dijo que
esperaría los resultados finales… Que se conocieron días después.
AMLO podría ser el presidente con más votos en la
historia del país.
Hoy el escenario es distinto. El reconocimiento claro de la derrota
"no lo había hecho nadie, y nadie es nadie", dijo el escritor Héctor
Aguilar Camín en una mesa de análisis de Televisa. Las formas políticas marcan
una historia distinta en el país. Pero no es todo.
Como una de las
conclusiones se anota:
Otro elemento son los números. AMLO sería el presidente que
cosecha más votos en la historia del país. En la década de los 60 y
70, cuando el PRI ganaba todas las elecciones, sus candidatos presidenciales tenían
altos porcentajes de votación. Pero la cantidad de sufragios no era tan grande,
en parte porque no existía una cultura de voto. La asistencia a las urnas
era escasa. Y también porque ahora la población del país es mayor. Se nota
en el número de votantes registrados, más de 89 millones según el Instituto
Nacional Electoral (INE).
La victoria de AMLO pone fin a un modelo de gobierno
que prevalecía por lo menos desde 1988.
El conteo rápido hecho público por el Instituto Nacional Electoral le daba más
de 53% de los votos. Al inicio de la jornada de este domingo se esperaban 53
millones de votos. Fueron varios millones más. Con una participación de
alrededor de 63%, votaron unos 56 millones, aunque los datos
finales se conocerán a lo largo de la semana.
Otra conclusión es:
La victoria del candidato pone fin a un modelo de gobierno que prevalecía
por lo menos desde 1988. A partir de ese año se forjó una especie
de alianza de facto entre el PRI y el conservador Partido Acción
Nacional (PAN). Muchas de las reformas económicas que se aplican desde entonces
surgieron de ese acuerdo. Incluso el PAN gobernó el país entre 2000 y 2012. El
cambio de partido no alteró el rumbo de México. Hasta ahora, dice Roy Campos,
director de la empresa de opinión pública Consulta Mitofsky. "López
Obrador es un personaje que no se explica en el siglo XXI". "Su
campaña fue anti-sistémica, representa el cambio radical, no el cambio de
siglas, es algo radical".
Para los analistas AMLO representa una nueva forma de hacer
política en el país.
Representa una nueva forma de hacer política en el país. AMLO es ante todo
un luchador social que empezó su carrera en comunidades indígenas en
el sureste. Ningún presidente mexicano ha tenido ese perfil. El más cercano fue
Lázaro Cárdenas (1934-1940), quien decretó una reforma agraria para
repartir tierras a los campesinos. Pero su formación era militar, pues fue
general durante la Revolución mexicana. Por eso la victoria de López Obrador
es histórica, subraya Roy Campos. "Sí es un gran cambio en México,
tal vez el más importante en cien años".
Sobre el perfil del candidato ganador se expone lo siguiente:
Además de luchador social, López Obrador será el primer presidente elegido
habiendo sido postulado por un movimiento de izquierda y que gobernará con esa
plataforma[1].
AMLO será el primer presidente postulado por un
movimiento de izquierda.
Como descripción de lo acontecido en los recientes comicios de México, Martí
Quintana, de eldiario.es, escribe:
Andrés Manuel López Obrador logró este domingo una
holgada victoria en las elecciones a la Presidencia de México. Dio un histórico
giro a la izquierda con más del 50% de los votos -según los primeros datos del
órgano electoral -, lo que llevó a sus oponentes a admitir su derrota incluso
antes de los resultados oficiales.
"Llamo a todos los mexicanos a la reconciliación y a
poner por encima de los intereses personales, por legítimos que sean, el
interés superior", apuntó López Obrador en un mensaje tras declararse
ganador de la contienda.
De acuerdo con una muestra de unas 7.700 actas de
votación del Instituto Nacional Electoral (INE), López Obrador obtuvo entre el
53% y el 53,8% de los votos. Según esos datos, el aspirante del conservador
Partido Acción Nacional (PAN), Ricardo Anaya, obtuvo entre el 22,1% y el 22,8%
de los sufragios; el candidato del oficialista Partido Revolucionario
Institucional (PRI), José Antonio Meade, cosechó entre el 15,7% y el 16,3% de
los votos; y el independiente Jaime Rodríguez Calderón, "El Bronco",
entre el 5,3% y el 5,5% de los sufragios[1].
Alonso Urrutia y Ana Langner escriben:
La irrupción de Andrés Manuel López Obrador en las
preferencias electorales en el norte y del Bajío, las zonas más conservadoras
del país, que en 2006 le cerraron las puertas a la Presidencia, fue un factor
clave en la conformación de la arrolladora victoria del domingo. Baja
California con 63 por ciento y Sinaloa con 64, son las entidades donde el
movimiento lopezobradorista generó mayor atracción.
Un
movimiento que no solamente propició victorias holgadas en el Senado y la
Cámara de Diputados, sino que arrastró a la coalición Juntos Haremos Historia y
a Morena a romper el bipartidismo de estas regiones. La oleada electoral no
sólo produjo el triunfo de Morena – con tan sólo cuatro años de creación – en
cinco gubernaturas, sino que también le permitirá controlar la mitad de los
congresos locales, modificando radicalmente la correlación en este plano
estratégico para posibilitar reformas constitucionales[2].
La descripción
continua con la aseveración sobre el derrumbe de la decadente revolución
institucional:
El desastre electoral del Partido Revolucionario
Institucional (PRI) podría alcanzar dimensiones bíblicas por la cantidad de
derrotas acumuladas – mucho mayores a las de 2000 – del otrora instituto
hegemónico: a la pérdida de la Presidencia se suma que su bancada en San Lázaro
pasará de 203 a 45 escaños, es decir, 158 menos, y en el Senado se reducirán de
52 a 13, o sea, 39 curules menos. Eso sólo en el plano federal.
En
términos porcentuales, su candidato presidencial, José Antonio Meade, alcanzó,
según el Programa de Resultados Electorales Preliminares, 7.4 millones de
votos. Esto significa que perdió 11.8 millones de sufragios en sólo seis años,
equivalente a 63 por ciento de lo alcanzado en 2012 (19.2 millones), cuando el
partido regresó al poder.
La
derrota alcanza dimensiones de catástrofe en el ámbito estatal: al perder
Yucatán, el tricolor ya sólo gobernará 13 entidades. Cuando el PRI cedió por
primera vez la Presidencia, en 2000, preservaba 20 gubernaturas, que le
permitió contrapesos necesarios con Vicente Fox mediante la creación de la
Conferencia Nacional de Gobernadores.
Sin
embargo, incluso en las entidades donde mantiene el Poder Ejecutivo, el PRI
resentirá la derrota, porque en una importante cantidad perderá el control del
Congreso, comenzando por la joya de la corona que aún mantiene: el estado de
México. De 25 distritos obtenidos en 2015 (en la entidad natal de Enrique peña
Nieto) ahora sólo ganó uno: Valle de Bravo. Es el escenario que enfrentará el
gobernador Alfredo del Mazo.
No
sólo en el otrora bastión tricolor el gobernador tendrá que lidiar con la mayoría opositora,
pues además perdió el control del Congreso en Oaxaca, donde sólo ganó un
distrito –frente a 16 que tenía –, para complicación de Alejandro Murat. En
Hidalgo, Omar Fayad pasó de tener un legislativo con 10 curules priístas, a un
escenario de un solo distrito, y Colima se quedó con sólo dos distritos y
conferirá el control a Morena.
En Guerrero
el legislativo también estará dominado sustancialmente por la oposición; en
Sinaloa sólo ganó tres distritos, escaso respaldo para el gobernador Quirino
Ordaz. En Sonora Claudia Pavlovich gobernará con un solo distrito en el
Congreso. Menos adverso, pero sin evitar la minoría, en Zacatecas el PRI cederá
el control a la oposición.
Del
saldo rojo del PRI apenas lograron salvarse algunas entidades, como Campeche,
donde el tricolor tendrá presencia importante, pero lidiará con una
oposición en conjunto mayoritaria. En suma: de 13 gubernaturas, en ninguna el
PRI mantendrá el control absoluto.
La
correlación de fuerzas en el ámbito municipal completa el escenario dantesco
del PRI: de 24 capitales que estuvieron en juego, el PRI sólo ganó cuatro:
Campeche, Oaxaca, Chetumal y Saltillo. Este retroceso en el poder municipal del
PRI tiene otra vez en el estado de México una de sus expresiones más agudas,
pues Valle de Bravo será ahora uno de los municipios más importantes bajo su
gobierno, tras la derrota en Toluca y casi en toda la zona conurbada de la
entidad.
La
derrota en el plano federal, estatal y municipal constituyen la más grande en
la historia del PRI, cuya recuperación será aún más complicada que en 2000 por
la pérdida de espacios en los poderes ejecutivos. Un saldo que sólo confirma el
consistente declive tricolor desde 2016, poco después de que se conocieron los
escándalos de corrupción de la Casablanca y en los gobiernos de Veracruz, Chihuahua y Quintana Roo,
principalmente[3].
Sobre lo que podríamos llamar la transición
política de gobierno a gobierno, del anterior al nuevo, Alma E. Muñoz y Enrique
Méndez escriben:
Andrés Manuel López Obrador dividió anoche su eventual
gabinete en cuatro equipos de trabajo para cumplir sus compromisos de campaña,
con temas prioritarios como la pacificación del país y el combate a la
corrupción.
En
una reunión de cuatro horas con casi 50 de sus principales colaboradores, el
ganador de la elección presidencial presentó una lista de 35 prioridades, a
partir de su proyecto de nación 2018-2024.
López
Obrador explicó cuáles son los cuatro grupos, que funcionarán en un esquema
similar al que aplicó en Ciudad de México: gobierno, relaciones exteriores y
seguridad; hacienda y desarrollo económico; desarrollo social, y comunicaciones,
obras públicas y energía.
Quedan
conformados por quienes ya ha propuesto para su eventual gabinete – que
ratificó íntegro –, así como especialistas y técnicos. Por ejemplo, pidió a
Alejandro Solalinde que proponga a quien puede hacerse cargo de la secretaría
de derechos humanos, ante la imposibilidad constitucional del sacerdote de
asumir esa responsabilidad.
López
Obrador informó que este grupo de trabajo, del que no sólo surgirá el gabinete
legal, sino también el ampliado, volverá a reunirse este viernes y sábado, y
posteriormente sólo cada 15 días.
El
equipo diseñará los programas, iniciativas y propuestas de reforma para
cumplir lo que se ofreció durante la campaña: acabar con la corrupción,
hacer un gobierno austero, sobrio, sin lujos, sin privilegios, liberar los
fondos para el desarrollo, rescatar al campo, impulsar actividades productivas,
generar empleo, bienestar de la gente, apoyar a las comunidades indígenas,
apoyar a los pobres y garantizar la paz y la tranquilidad.
También,
explicó uno de los asistentes, reactivar las industrias petrolera y eléctrica,
así como echar abajo la reforma educativa[4].
La editorial
de La Jornada, del miércoles 4 de julio del año en curso, hace un balance
localizado de las elecciones; el titular es En Puebla, una mancha a los comicios; se dice que:
El ambiente general de
civilidad y paz que se vivió en las elecciones del domingo anterior en la mayor
parte del territorio nacional, y la fluidez con la que las autoridades en
funciones y las fórmulas perdedoras aceptaron los resultados tiene en Puebla
una preocupante excepción.
La
jornada comicial se caracterizó en esa entidad por los robos y la quema de
urnas, balaceras en varios centros de votación, compra de votos descubierta y
evidenciadas y una violencia que dejó cinco muertos el día de la elección.
A
diferencia de lo ocurrido en otras entidades, el Instituto Estatal Electoral ha
asumido desde entonces una actitud omisa, por decir lo menos, y con un telón de
fondo de irregularidades de toda clase documentadas, presentó un Programa de
Resultados Electorales Preliminares que contradice frontalmente las encuestas
previas a la votación: paradójicamente los resultados oficiales otorgan cuatro
puntos de ventaja a la candidata oficialista a la gubernatura, Érika Alonso
Hidalgo, esposa del ex gobernador Rafael Moreno Valle, sobre su más cercano
competidor, Miguel Barbosa Huerta, postulado por la coalición Juntos Haremos
Historia, que reclama el triunfo con la totalidad de las actas.
Llama
la atención, por otra parte, la cifra anormalmente alta de sufragios anulados
(más de cien mil), que supera el margen de ventaja reclamado por la aspirante
de la coalición Por Puebla al Frente sobre su rival más cercano (unos 80 mil
sufragios).
Por
añadidura, la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) reveló ayer que el
programa informático utilizado para computar el resultado oficial pudo haber
sido cambiado antes de la elección a fin de evadir la validación por
instituciones nacionales como la propia UAM.
En
estas circunstancias, y con el telón de fondo de movilizaciones de protesta de
la oposición, ayer fueron descubiertos en un hotel de la capital poblana cajas
y sobres de papelería electoral utilizada durante los comicios – particularmente,
actas de casilla – que habrían debido estar bajo resguardo del IEE, lo que
generó confrontación, arrestos y, a la postre, la intervención de la Fiscalía
Especializada para la Atención de Delitos Electorales, instancia que asumió el
esclarecimiento de los hechos[5].
La
redacción de la BBC News Mundo hace un balance de lo acontecido en un artículo
que titula
AMLO gana las elecciones: cuánto cambió el mapa
electoral de México entre 2012 y 2018; escribe:
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGESImage captionLópez Obrador logró una
victoria contundente, siendo el candidato más votado en 31 de los 32 estados
del país.
Ha sido una transformación drástica. Entre las
elecciones presidenciales de 2012 y las de 2018, el mapa político de México
cambió en más de un 60%.
El
balance es el siguiente:
En 22 de los 32 estados del país, la mayoría de los electores favorecieron
a una fuerza política diferente a la que habían apoyado en los comicios
anteriores. El cambio más radical tiene que ver con los resultados obtenidos
por el hasta ahora oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI)
que pasó de haberse impuesto en 2012 en 20
estados a no ganar en ninguno en 2018. El revés ha sido tan grande, que
algunos expertos avizoran que este partido, que entre 1929 y el año 2000 fue la
fuerza hegemónica en la política mexicana, podría encontrarse en el futuro
cercano en vías de extinción. Su candidato presidencial, José Antonio Meade,
fue el menos votado en toda la historia del partido. Cosechó un apoyo que
apenas llegó al 16%.
El PRI no pudo ganar una sola de las nueve
gubernaturas que se disputaron el domingo pasado y solo obtuvo el voto
de uno de cada cinco electores. Se prevé que en la Cámara de Diputados pasará
de ser la primera fuerza a convertirse en la quinta.
Último bastión
Una suerte parecida a la de PRI le tocó al Partido Acción Nacional (PAN),
de cuyas filas han salido los dos únicos presidentes no priistas de México
(Vicente Fox y Felipe Calderón). Su candidato presidencial, Ricardo Anaya,
llegó en segundo lugar en las elecciones del domingo pasado, pero solo consiguió un apoyo de 22,44%,
según los resultados preliminares. Menos de la mitad del respaldo logrado por
AMLO.
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGESImage captionEl candidato del PAN,
Ricardo Anaya, quedó en segundo lugar pero
obtuvo menos de la mitad de los votos
de López Obrador.
En 2012, el PAN fue el partido más votado en cuatro de los 32 estados del
país. En 2018, sin embargo, solo obtuvo
mayoría en Guanajuato, un estado conservador en el que fue gobernador
Vicente Fox y que ha sido considerado como el semillero de votos del PAN desde
más de dos décadas. Ahora también es su último bastión.
Ascenso
Pero si unos bajan, otros suben. El Movimiento de Regeneración Nacional
(Morena), encabezado por el futuro presidente del país, Andrés Manuel López
Obrador (AMLO), quien como candidato del Partido de la Revolución Democrática
(PRD) pasó de haber triunfado en ocho estados en los comicios de hace seis años
a imponerse en 31 de las 32 entidades federales del país.
Derechos de autor de la imagenREUTERSImage captionJosé
Antonio Meade fue el candidato menos
votado en la historia
del PRI.
AMLO ganó las presidenciales con más de 52% de los votos, de acuerdo con
los resultados preliminares del Instituto Nacional Electoral. Superó a sus
competidores con una muy amplia ventaja en, al menos, 13 estados en los que
recabó más de 60% de los apoyos totales. De acuerdo con estimaciones de la
encuestadora Consulta Mitofsky Morena y sus aliados también podrán disponer de una mayoría
tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado. Por lo que no
solamente tendrían en sus filas al nuevo Jefe de Estado sino también una fuerza
parlamentaria con fuerza para apoyar su agenda política[1].
Lo que destaca en la información transmitida es la arrasadora
victoria de Manuel López Obrador, que es definida como victoria de la
izquierda, hasta de una izquierda inédita. En términos de descripción de lo
acontecido, teniendo en cuenta los alcances de la victoria electoral, sobresale
la aplastante victoria en los estados, controlando los gobiernos de los
estados, además del control del Congreso. Lo que coloca a Juntos Haremos
Historia en una posición de definir políticas en tanto mayoría. Una
particularidad que llama la atención es la alianza entre Morena y un sector
conservador, que buscan hacer juntos historia. Todo esto convierte a lo
ocurrido en un evento sobresaliente, que irrumpe en los escenarios políticos,
que eran monopolizados por la rutina del bipartidismo del PRI y del PAN.
Sin embargo,
el mundo efectivo no se reduce al mundo mediático; el acontecer del mundo
efectivo no se circunscribe al acontecer mediático, noticiero, al mundo de la
información, incluso por más objetiva que pueda ser, considerando las
excepciones en la regla. El mundo efectivo se mueve por dinamicas de fuerzas, por
corporeidades y territorialidades atravesadas por fuerzas concurrentes; los
entramados de fuerzas, que se mueven en distintos espesores y planos de
intensidad, conforman recortes de realidad locales, nacionales, regionales y
mundiales. Usando la metáfora de las narrativas, los desenlaces se definen por
correlaciones de fuerzas. La victoria de Juntos Haremos Historia es una
victoria electoral; la formación histórica-cultural-social mexicana no ha
cambiado por esta victoria, menos las estructuras y los diagramas de poder. La
victoria electoral de Manuel López Obrador manifiesta un cambio en el
comportamiento y conductas populares. ¿Es este el comienzo de un cambio mayor o
de secuencias de cambios mayares? Esta es la pregunta. A la luz de las
historias políticas modernas, sobre todo de las llamadas revoluciones, vemos
que todavía no se puede hablar de revolución; pero, incluso, los desenlaces de
las revoluciones nos dejan la enseñanza paradójica que las revoluciones cambian
el mundo y después se hunden en sus contradicciones, restauran el poder en
otras versiones. Es más, la historia reciente política de los llamados
“gobiernos progresistas” en Sud América nos muestra la repentina regresión,
incluso la abrupta decadencia. Con esto no se dice que va a ocurrir lo mismo
con Juntos Haremos Historia; no se puede generalizar y hacer compartir a la
novedad política de izquierda mexicana el mismo patrón de proceso político y
sus desenlaces. Empero, otra pregunta, a propósito, es pertinente: ¿de qué
depende que no ocurra lo mismo? Ciertamente, estas preguntas, no pueden
desechar lo ocurrido, ni desvalorizarlo. El cambio de actitud masivo en los
comicios es ya una ruptura con el habitus. Pero no es revolución, en el sentido
de transformación; mucho menos equivale a salir del círculo vicioso del poder.
Se está todavía dentro de este círculo; Para salir del mismo hace falta
deconstruir la ideología, desmantelar las máquinas de poder, diseminar las
mallas institucionales.
Mirada retrospectiva
En México: intensidades sociales y
territoriales, escribimos:
Desde el arribo de las carabelas a la isla La Española hasta la toma de
Tenochtitlán pasa un poco más de cuarto de siglo. El aparato militar, jurídico,
administrativo y religioso de la Corona tiene tiempo para preparar el largo
proceso de conquista del continente de Abya Yala. De entrar en contacto con los
señoríos, de conformar alianzas con algunos, enfrentándose con otros. La entrada a Tenochtitlán no la efectúan solos
los españoles, lo hacen acompañados con sus aliados nativos. Los españoles
hacen política, en sentido reducido, formal, institucional, conspirativo, a la
manera como describe la actividad política de su tiempo Nicolás Maquiavelo;
empleando astucias y destrezas negociadoras, formando alianzas, para
contrarrestar las alianzas de la Triple Alianza. ¿Cómo explicar que después de
la derrota española en la Noche Triste, vuelvan con más bríos y terminen
venciendo? ¿La explicación se encuentra en la diferencia técnica militar? ¿La
explicación se encuentra en el derrumbe de la Triple Alianza, por lo tanto, en
que los españoles cuentan con aliados nativos?
Nuestra hipótesis interpretativa se inclina por la segunda alternativa. Una
conquista, una victoria, la dominación consecuente, no se da sólo con las
fortalezas de un lado, el lado que va resultar vencedor, sino con las
debilidades, las fisuras, los quiebres, al final, el derrumbe del otro lado,
los derrotados. ¿A los señoríos de la Triple Alianza les ha faltado lo que les
sobraba a los españoles, el uso de la política, al estilo que describe
Maquiavelo? No estamos de acuerdo con la
tesis de Tzvetan Todorov[2],
por cierto, metafórica e ilustrativa, de que mientras los nativos veían, en los
españoles, a dioses, los españoles veían a los nativos como subhumanos. La
interpretación que se acerca de Tzvetan Todorov a la hipótesis que
manejamos es cuando dice que los españoles, después de Cristóbal Colón, usaban
el lenguaje para mentir, es decir, para desplegar astucias y conspiraciones, en
tanto que los nativos usaban el lenguaje mágicamente. Sin embargo, no es del
todo convincente esta figura, esta interpretación, que no deja de ser
metafórica, pues no se enfrentan inocentes a villanos, aunque los españoles más
se acerquen a este perfil; no se enfrentan el buen salvaje, tal como lo concibe
Rousseau, y hombres perversos de la civilización “occidental”, aunque estos
contrastes arrojen ciertas analogías con la historia efectiva. La hipótesis
interpretativa, que parece más plausible, sin descartar la combinación con
otras hipótesis, parece ser que la diferencia se marca por este uso de la
política, en el sentido que describe Maquiavelo, que es lo mismo que decir, que
no se hace política, sino una
anti-política, ahora entendiendo la política
en el sentido de Rancière; es decir como democracia, como suspensión de los
mecanismos de dominación[3].
La victoria la logran los españoles por el uso de la política, al estilo
descrito por Maquiavelo, combinando fuerza y fortuna, violencia y consenso, si
es que se puede hablar de consenso, en este caso, y no, más bien de alianzas,
que parece más conveniente. El no haber mantenido la unidad de los señoríos
nativos, es más, la unidad de los pueblos nativos, es lo que da la victoria a
los españoles y lleva a la derrota a los nativos. La responsabilidad de la
conquista recae en los aliados nativos de los españoles, en los que llamaremos
los colaboracionistas. No hay victoria de un lado sin cómplices del otro lado.
Esta parece ser una de las explicaciones no sólo de la conquista de México
sino también de la conquista del Perú; quizás también de la conquista de todo
el continente de Abya Yala por parte de los europeos. Por otra parte, este
parece ser el drama de los países de América Latina y el Caribe, que después de
la conquista y la colonización, se rinden a los imperialismos capitalistas
sucesivos, contando, claro está, también en estos casos, con colaboradores[4].
Así como se habla de
momentos constitutivos se puede hablar, en contraste, de momentos
des-constitutivos. En este sentido podemos decir que la historia de la llamada
América Latina y el Caribe esta iniciada y rene-iniciada por momentos
des-constitutivos. Los momentos des-constitutivos se dan precisamente en las
complicidades y concomitancias con los conquistadores. Cuando se rompe la
unidad y la cohesión de las confederaciones de naciones y pueblos de Abya Yala,
cuando se conforman alianzas con los invasores, cuando se invade y se conquista
las metrópolis nativas con huestes de poblaciones indígenas. Cuando se da
lugar, usando la metáfora de El laberinto de la soledad de Octavio Paz, el mal
de la Malinche. Primero ocurrió con las oleadas de conquistadores, después
aconteció con las oleadas de colonización; para continuar con las irradiaciones
de la revolución industrial; se desamarró el tejido social, usando los hilos
para formar otras texturas con otros diseños, que no son propios ni se los
controla. El control de estas otras texturas cae en manos foráneas; las mismas
que son incomprensibles para propios y extraños; sin embargo, son útiles para
la externalización de las riquezas.
¿Cómo acontece esta
larga historia de des-constituciones? ¿Es la derrota la que las provoca?
Siguiendo la dirección de la pregunta: ¿Es la frustración? Adquiriendo un tono
filosófico: ¿Es la consciencia desdichada? ¿Ocurre cuando se deja de tener
confianza en las propias fuerzas? Tomando un tono cultural: ¿Acontece cuando se
interpreta lo que ocurre como una condena, como una fatalidad, como un destino
asignado, incluso como castigo, por haber olvidado a los dioses? ¿O, mas bien,
la des-constitución acontece cuando la constitución social y subjetiva se
encuentra en crisis, cuando se ha deshilvanado el tejido social, cuando las
mallas institucionales no logran sostenerse ante el embate demoledor? Las
oleadas de conquistas y las oleadas de colonización aparecen demoledoramente,
destruyendo civilizaciones, culturas, mallas institucionales, armaduras
simbólicas, estructuras sociales y subjetivas. ¿Estos acontecimientos, la
conquista y la colonización, han sido tan demoledores que ante su
desplazamiento destructivo no se pudo oponer bloques
histórico-políticos-culturales? ¿Después de esta desconstitución inicial, la
actitud des-constitutiva se convirtió en práctica, en costumbre, en hábito, de
tal manera que se desenvolvieron las siguientes des-constituciones como
recomienzos de la misma trama, la de la subalternización, y sus desenlaces, que
prepara los desenlaces dramáticos de la sumisión? Estas son preguntas que requieren ser
respondidas, por lo menos inquiridas; buscar sus respuestas; no ocultar las
cuestionantes. Al evadirlas, encubrimos los decursos del nihilismo en el
continente.
Haremos una incursión
retrospectiva, situándonos en uno de los nacimientos de la política en el
continente. Esta incursión prospectiva en los espesores del presente acude al
libro de Rina Roux, El príncipe mestizo, donde se expone la interpretación
en la que se interpreta el nacimiento barroco de la república en el continente. En
México: intensidades sociales y territoriales, escribimos:
Comencemos con un primer
planteamiento, un primer desplazamiento en relación a las teorías generales del
Estado. Lo que mueve a hombres y mujeres involucrados en las acciones sociales
y políticas no son grandes ideales, ni tampoco teorías. Estas sirven a veces a
los historiadores y narradores para explicar los hechos, como si los eventos
hubieran sido el resultado de gigantescas deliberaciones. Quizás se pueda decir
que mueven a los ideólogos, pero no se pude decir lo mismo o que concurra de la
misma manera con las masas y las multitudes, aunque estas terminen apoderándose
de las ideas y de las teorías. Lo que mueve a las masas, a las multitudes, a
los múltiples sujetos involucrados en las acciones sociales y políticas son sus
propias subjetividades, las percepciones del momento, el manejo del imaginario
en la coyuntura de la crisis, los símbolos a su alcance, las demandas, las reivindicaciones,
las esperanzas y las expectativas guardadas con cierta añoranza en algún lugar
afectivo del cuerpo, en algún lugar del cuerpo donde guarece y funciona la
intuición colectiva, también en otro lugar donde se genera la síntesis
intelectiva de la emociones, sensaciones e intuiciones colectivas. Estas
subjetividades, estos habitus o, en su caso, estos desplazamientos de los
habitus, que pueden dar lugar a la invención de nuevos habitus, tienen que ver
con ámbitos de relaciones, estructuras constituidas y, en el caso que nos
ocupa, tiene que ver con estructuras en crisis. También tiene que ver con el
referente de instituciones de los entornos familiares, del trabajo y de la vida
cotidiana. Ahora bien, estos ámbitos de relaciones y prácticas tienen su propio
devenir, corresponden a sus propias historias y memorias, lo que tiene que ver
con estructuras de larga duración. Hay que buscar en la historia heterogénea la
manifestación de estas estructuras de larga duración.
Revisando la historia de México,
Rhina Roux encuentra que estas estructuras de larga duración se constituyen
durante la colonia, en lo que podríamos llamar la modernidad barroca que se
conforma con la colonización y la colonialidad española. Los pueblos indígenas
no desaparecieron, al contrario, se replantearon, usando las leyes y las
instituciones coloniales, conformando espacios desde donde se gestó la
resistencia. Los pueblos indígenas se re-territorializaron en el marco de la
Ley de Indias y del contractualismo español, que data del contractualismo
medioeval, basado en teorías aristotélicas y tomistas. La particularidad de
este contractualismo es que su legitimidad se basa en el reconocimiento de la
comunidad de bienes y en el pacto del monarca con las comunidades, un pacto
mando-obediencia basado en la garantía de justicia. No un pacto de individuos
abstractos que delegan el poder y la representación, como el caso del
contractualismo liberal, sino un pacto corporativo. En este contexto las
comunidades indígenas han podido exigir el cumplimiento del pacto y enfrentarse
con las autoridades locales que no cumplían con el mandato.
Después de la independencia se
vivió un periodo turbulento y convulsionado, los liberales querían construir un
Estado moderno al estilo de las repúblicas liberales, para lograr esto tenían
que hacer desaparecer a los pueblos, afincados en tradiciones agrarias
comunitarias. Ante estos intentos liberales de constituir una comunidad de
dinero, descartando la comunidad de bienes, ante el proyecto de construir un Estado
sobre la base de relaciones de individuos abstractos, desechando las relaciones
complementarias de comunidades concretas, relaciones corporativas, estalló el
conflicto en un espacio fragmentado por poderes locales; los caudillos
configuraron un periodo de rebeliones múltiples, que atravesaron el país
amenazadoramente. Los caudillos mediaban las demandas agrarias de los pueblos
con el gobierno central.
Los liberales trataron de imponer
una marcha ilusoria hacia la comunidad de dinero, que es la comunidad imaginada
que sostiene la república liberal, basada en las relaciones contractuales de
individuos abstractos, basadas en relaciones de cambio que suponen el
reconocimiento jurídico de la condición de hombres libres y el respeto
inalienable de la propiedad privada. Esta ilusión no era otra cosa que la
imagen legitimadora de un país dominado por empresarios; para la consecución de
este objetivo se debía privatizar la tierra. No pudieron los liberales, en sus
distintas versiones, lograr este objetivo. El país agrario resistió y se lanzó
a la revolución, recuperó la comunidad de bienes, de los valores colectivos, la
concepción de inalienabilidad de la tierra como bien colectivo y de la nación,
no sujeta a la mercantilización, por lo menos en lo que respecta al ejido y a
la propiedad del subsuelo, propiedad primordial que fue recuperada por Lázaro
Cárdenas de la vorágine de las empresas petroleras trasnacionales[5].
Uno de los nacimientos de la política tiene que ver con
su forma barroca de nacer; de los derechos que se supone no son exactamente los
derechos civiles y políticos, los derechos individuales, sino los derechos
colectivos, aunque estén en su concepción corporativa. Ocurre como si el
discurso jurídico-político no pudiera hacer desaparecer una tradición lograda
por la correlación de fuerzas, que, en vez de resultar en una victoria
definitiva de la modernidad liberal, se logre más bien una coexistencia con lo institucionalizado
en la modernidad barroca, anterior a la revolución industrial. Esto también
implica que los “vencedores” no habrían vencido completamente, sino que, mas
bien, se han visto obligados a pactar. Por eso, se puede decir que los
Estado-nación responden efectivamente a los pactos entre fuerzas concurrentes,
aunque se muestren puros y abstractos en el discurso jurídico-político. Tampoco
los “vencidos” habrían sido “vencidos” claramente, sino que preservan derechos
en los pactos alcanzados y en la conformación corporativa del Estado liberal.
La exposición en el libro citado continúa:
Los liberales querían una
república de empresarios, los conservadores conservar las tradiciones, que para
ellos quería decir conservar sus privilegios, sus latifundios y el monopolio
del poder. Ambos se enfrentaron a la revolución agraria campesina del sur y de
pequeños rancheros del norte, no pudieron imponer sus sueños de poder, la
revolución agraria develó una verdad profunda, México no se podía construir sin
los pueblos agrarios, tampoco sin los trabajadores. Lo que aconteció después es
precisamente esto, la restitución del pacto corporativo actualizado y adecuado
a las nuevas condiciones de la correlación de fuerzas que impuso la revolución.
Ya el periodo del porfiriato tuvo que realizarse a través de acuerdos y
concesiones con las comunidades agrarias, lo que Rhina Roux llama “la
existencia de un entramado de fidelidades y derechos corporativos”[6].
Durante el proceso de la
revolución mexicana se recurre a este contractualismo corporativo,
actualizándolo para resolver las diferencias y contradicciones inherentes al
proceso revolucionario. Se pacta entre los distintos actores de la revolución,
se pacta entre el programa agrarista y comunitario de Emiliano Zapata, el Plan
de Ayala, y la perspectiva de los pequeños rancheros del norte, que proponían
una reforma agraria de reparto de tierras de forma individual, también se
termina pactando con la concepción de Carranza que defendía a las grandes
propiedades. El pacto se resuelve en la constitucionalización del ejido. Siendo
la tierra patrimonio de la comunidad nacional, se concede la tierra por parte
del Estado, empero esta no es susceptible de mercantilización, como hubieran
querido los liberales consumados[7].
La revolución agraria también culmina con pactos. El
Estado-nación, que se había circunscrito en los límites del discurso
jurídico-político, que se convierte efectivamente en Estado-nación institucionalizado,
que adquiere las dimensiones histórico-políticas, se realiza como príncipe
mestizo, como Estado-nación mestizo, se puede decir como Estado corporativo
popular. La revolución agraria se institucionaliza, así también lo
nacional-popular, al mismo tiempo se institucionalizan los privilegios
preservados de terratenientes, aunque acotados, y de los empresarios. La
naciones y pueblos indígenas son invisibilizados, aunque retomados y
mediatizados por las políticas indigenistas el Estado. Este es el substrato
histórico-político del Estado-nación mexicano del largo siglo XX.
En el devenir de la historia
larga es el ciclo revolucionario y post-revolucionario, que comprende al
gobierno de Lázaro Cárdenas, el que adquiere un carácter constitutivo el Estado
mexicano. Es en este ciclo donde la potencia social de clases subalternas tiene
efecto estatal, arrinconando a las clases económicamente dominantes. En los
ciclos políticos posteriores se va a notar un cambio, las clases subalternas
pierden peso en tanto efecto estatal. El nuevo campo económico, la
recomposición de las clases económicamente dominantes, contando con los nuevos
ricos y las nuevas élites, van adecuarse al Estado corporativo y a sus
instituciones, aprendiendo a usarlas en beneficio de sus propios intereses. El
Estado corporativo se institucionaliza, cristalizando sus estructuras y formas
de organización, también se avanza en el monopolio de la representación; de la
pugna de los caudillos en el ejército se pasa a la solución de las tensiones de
las tendencias en el seno del partido. El partido sufre cambio de nombres, que
expresan modificaciones en sus composiciones; del Partido de la Revolución
Nacional (PRN) se pasa al Partido de la Revolución Mexicana (PRM), que es el
partido que funda Lázaro Cárdenas, y así se llega al Partido Revolucionario
Institucional (PRI), que va perdurar por décadas en el gobierno, dando lugar a
la figura Estado-partido, donde la organización del partido coincide con el
Estado mismo.
El pacto corporativo sostiene una
especie de paz prolongada mientras no se cuestionen los fundamentos del mismo
pacto. Esto, el cuestionamiento de los fundamentos del Estado, el
cuestionamiento del pacto corporativo, vuelve a ocurrir cuando el propio PRI se
vuelve un instrumento de la aplicación del proyecto neoliberal, en el contexto
mundial de la llamada globalización privatizadora. Un nuevo intento de
modernización a escala de las grandes empresas trasnacionales, un nuevo intento
privatizador en el contexto de la crisis estructural del capitalismo,
manifestada como crisis financiera. El PRI particularmente materializa este
proyecto en sus últimos gobiernos, antes de que el PAN gane las elecciones el 2
de julio del 2000, con Vicente Fox a la presidencia; sobre todo efectúa el
proyecto privatizador después de la crisis estatal y política provocada por la
guerrilla zapatista el 1 de enero de 1994,
cuando un contingente de indígenas mayas armados ocuparon varias cabeceras
municipales el mismo día en que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte; esto acontecía durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari,
desestabilizando el sistema político mexicano[8].
La forma de gubernamentalidad corporativa institucionaliza
la revolución agraria, otorgando forma, contenido y expresión al Estado-nación.
La forma del Estado mestizo adquiere una forma republicana en una configuración
jurídico-política federal; el contenido, como dijimos es corporativo, cuyo sustento
son los pactos logrados; la expresión es nacional-popular, teniendo como telon
de fondo al indigenismo institucionalizado como política de Estado. Se puede
decir que la revolución institucionalizada, la revolución cristalizada en las
mallas institucionales, es el ejercicio mismo del poder pactado, logrando la
hegemonía política corporativa por más de medio siglo. El Partido
Revolucionario Institucional encarna esta hegemonía convirtiendo al partido en
el Estado; la identificación del partido con el Estado es tan fuerte que es
impensable el ejercicio de la política institucional al margen del PRI. Esta
expansión del partido alcanza también a la sociedad, por lo menos a la sociedad
organizada en sindicatos. La central
sindical y nacional de los trabajadores forma parte de la composición misma del
partido y del Estado. Como órgano de poder estatal se encuentra la organización
sindical; obviamente no como poder dual sino como parte misma indisoluble del
poder.
La forma de gubernamentalidad corporativa entra en
crisis. Se puede decir que la crisis tiene varios desencadenantes; uno de
ellos, no el principal, sino, si se quiere, esperado, tiene que ver con el
desgaste del ciclo del Estado corporativo. Pero esto ocurre con toda forma de
gubernamentalidad, la misma que es sometida a la curvatura de su ciclo. Otro
factor desencadenante tiene que ver con los límites mismos del Estado
corporativo; el Estado de los pactos, la gobernabilidad lograda por los pactos
alcanzados, metafóricamente, el príncipe mestizo, no abarca la complejidad de
la sociedad alterativa, sustrato de la sociedad institucionalizada. Puede
lograr el control de espacios estratégicos, convertido en centro gravitatorio
de la sociedad misma; empero este control no es completo, tampoco duradero; en consecuencia,
las dinámicas sociales tienden a desbordarlo. Por más corporativos que hayan
sido los pactos, por más extensión que hayan alcanzado, logrando comprometer a
las “clases sociales” en la reproducción corporativa del Estado, no son
dispositivos para garantizar el cumplimiento de la promesa, sino, mas bien, son
dispositivos para garantizar la reproducción del poder, en las condiciones
pactadas. Tarde o temprano se hace patente la diferencia entre la ideología
estatal y la desigualdad social, se hace evidente el monopolio de la política,
que acompaña a la restauración de los monopolios de la tierra y la
concentración de la riqueza. Lo que es más abrumador, a partir de un
determinado momento, el lado oscuro del poder invade el lado luminoso del
poder, lo atraviesa y lo termina controlando. El funcionamiento estatal
sobresale por la desbordante corrosión institucional y la galopante corrupción.
Ocurre como si el Estado corporativo, atrapado en sus
propios límites, imposibilitado de mutar y transformarse debido a su propia
estructura, arquitectura, composición jurídica, política e institucional, se
inflamara, adquiriendo dimensiones hipertróficas y dolorosas. La inflamación es
dolorosa y pestilente; no solo la corrosión institucional y la corrupción
alteran el funcionamiento estatal, sino que la economía política del chantaje
se convierte en la lógica del funcionamiento del poder. No solo el lado oscuro
del poder invade al lado luminoso del poder, sino que también el lado oscuro de
la economía invade, atraviesa y termina controlando al lado luminoso de la
economía. A partir de un momento las economías políticas del narcotráfico se
convierten en los ejes dominantes del funcionamiento económico, de la economía
nacional. Es cuando el Estado corporativo se ha convertido en máscara del
funcionamiento de las formas paralelas del poder y de las formas sumergidas de
la economía. La sociedad, entonces, termina siendo rehén del terrorismo de
Estado, pero de un Estado que efectivamente ya no es corporativo sino es el
Estado usado como instrumento de los carteles.
El tercer factor desencadenante es el desborde social. Cuando
la crisis estalla, es decir, cuando la sociedad desborda al Estado, que supone
el desborde de la sociedad alterativa, substrato de la sociedad
institucionalizada, cuando las mallas
institucionales se encuentran rebasadas, se desatan las movilizaciones
sociales, que pueden comenzar con demandas, para convertirlas en
reivindicaciones, en pliegos petitorios y agendas sociales y políticas, que
pueden evolucionar hasta levantamientos, rebeliones, incluso revoluciones
sociales, el desborde social pone en cuestión no solo la legitimidad del Estado
sino incluso su existencia. En la historia reciente, se puede comenzar a datar
la nueva generación de movimientos sociales con el levantamiento zapatista de
1994. Vamos a hacer un seguimiento a la movilización social que concurre desde
1994; lo haremos en forma de cronograma y de una manera sucinta. Se trata de
mostrar los síntomas de la crisis múltiple del Estado-nación que se expresan en
los términos de la movilización social. Recurriremos para esto a parte del
cronograma que presenta Raquel Gutiérrez Aguilar en su análisis de la historia
reciente y las coyunturas álgidas que se suceden.
Cronograma de la movilización
social en la historia reciente
1994
Alzamiento zapatista,
movilización urbana en torno a las demandas planteadas por las comunidades
indígenas de Chiapas en estado de rebelión. Lucha generalizada contra la
represión y por los derechos de los pueblos indígenas. Lucha local que, sin
embargo, logró una amplia resonancia a nivel nacional e internacional. Con ella
se fisuró más explícitamente la antigua tradición de lucha guiada por
establecer demandas al Estado o por disputar su ocupación. A partir de sus
esfuerzos se han ido abriendo nuevas perspectivas políticas.
1999
Huelga de la UNAM-CGH. No a las
cuotas y reapropiación temporal del espacio público por la comunidad
estudiantil. Se exhibió que no había confianza alguna en la negociación.
Ejercicio masivo de impugnación a la prerrogativa de decidir e imponer por
parte del Estado. Articulación amplia en torno al rechazo a los planes de la
Rectoría y desconcierto sobre las vías para continuar.
2001-2003
Levantamiento del pueblo de
Atenco contra el despojo de sus territorios. En estos años se generalizaron
diversas luchas locales contra variadas acciones de despojo. Unas exitosas,
otras no tanto. Sin duda, la más conocida e importante es la de Atenco.
Fundación de los Caracoles Zapatistas. Lucha eminentemente local que, sin
embargo, bloqueó la alianza Fox-Montiel, que daba sustento económico a la
transición electoral. Esta lucha se inscribe en la nueva tradición que
desconoce la prerrogativa de mando político a los gobernantes. Notable
ejercicio de construcción de autonomía y autogobierno, completamente por fuera
de la anterior tradición de lucha anclada en el demandacionismo y la exigencia
al Estado.
2006
VI Declaración de la Selva
Lacandona y comienzo de La otra campaña. Tendencial apertura de espacios de
conocimiento mutuo y deliberación entre diversos movimientos y colectivos
locales. Represión brutal a militantes de La otra campaña en Atenco en mayo de
2006, después de que ésta llegó al D.F. Trastrocamiento del anterior límite
moral para el ejercicio de la represión: ocupación militar del pueblo de
Atenco. Esta ha sido la mayor iniciativa de visibilizar y expandir la nueva
tradición de lucha, autónoma y no demandante al Estado, que ha ido naciendo en
la multiplicidad de luchas particulares contra los variados agravios de
corporaciones y gobernantes en el marco de la ofensiva privatizadora y
excluyente emprendida por los gobiernos federal y estatales.
2006
Levantamiento de los pueblos de
Oaxaca para frenar los abusos y prepotencia del gobierno de Ulises Ruíz.
Búsqueda de democratización popular desde abajo de la vida pública bajo la
perspectiva del desconocimiento del mandato de un mal gobernante. También puede
leerse la más amplia consigna articuladora del movimiento, como la aspiración a
democratizar la vida política mediante la participación directa de la sociedad
en la toma de las decisiones más importantes sobre los asuntos públicos,
afianzando el derecho a revocar del mando político a los malos funcionarios.
Lucha popular contra el fraude electoral, que fue conducida a la derrota por
los dirigentes políticos del movimiento. Se inscribió en las viejas tradiciones
de lucha, negociadoras y demandantes de solución a las instituciones formales
de la república. Lucha regional con importante resonancia en otros lugares de
la República. Quizá el miedo a la lucha de Oaxaca fue uno de los más potentes
elementos para que las élites económicas y políticas se articularan en la
alianza que organizó el golpe de estado de 2006. Movilización localizada en la
ciudad de México, aunque con capacidad de conmover al conjunto de la nación.
2007-2008-2009
Fundación del municipio autónomo
de San Juan Copala, como esfuerzo común de autodefensa y autogobierno local.
Este esfuerzo autónomo – al menos la primera fase - parece haber concluido en
2010 tras una violentísima represión y ocupación militar del municipio. Tímidas
luchas contra la privatización del petróleo y contra el desmantelamiento de la
empresa LyFC. Lucha local con amplia resonancia nacional, que se enlaza en la
perspectiva de la nueva tradición de lucha. Los ciudadanos se asumen como
mandantes, aún si en ocasiones dialogan con funcionarios públicos. Luchas
nacionales y/o regionales amplias, aunque circunscritas al regateo sobre los
peores efectos de las decisiones gubernamentales sobre asuntos públicos de gran
relevancia económica y política. Demandacionismo, antidemocracia y negociación
secreta como rasgos principales, y, lo peor de la herencia de la antigua
tradición de lucha[9].
Se puede decir que el horizonte
histórico-político-cultural abierto por el levantamiento indígena maya y
zapatista, que es descolonizador, autonomista, auto-determinante,
auto-convocativo y autogestionario, no es recogido o retomado completamente por
las otras movilizaciones sociales, que todavía se debaten entre los límites de
la demanda o, en su caso, sin lograr salir de los dilemas y contradicciones de
las tradiciones corporativas, representativas y delegativas de la vieja
izquierda. Por eso, en México: intensidades sociales y territoriales, planteamos en una de las conclusiones
que:
En conclusión, el perfil de la
tradición autónoma, auto-determinante, auto-convocativa de la interpelación
social y de las luchas colectivas y comunitarias, no logra plasmarse en un
estilo de vida que contenga un estilo político emancipatorio y libertario de
incidencia transformativa en la sociedad[10].
La
interpretación de lo acontecido, de los dilemas y contradicciones manifiestas
en la acción social, la expusimos en forma de hipótesis ácratas:
1.
Creer que una expresión vale por su forma discursiva,
mejor si es avalada por la institución académica, o el prejuicio de la
formalidad, no es más que manifestar el apego conservador a los buenos modales.
2.
Una expresión cualquiera vale por lo que contiene, lo que
contiene de experiencia condensada, lo que contiene como memoria condensada,
vale por su capacidad de alterar el orden, que no es otra cosa que el orden del
poder.
3.
Las manifestaciones y recorridos ácratas han abierto y
abren horizontes más allá del bien y el mal, más allá de la moralidad, que no
es más que un prejuicio conservador, incluso persistente en los
“revolucionarios”, más allá del fetiche institucional, del fetiche del poder.
Estos horizontes no necesariamente tienen que ser dichos, señalados, como las
orientaciones en una carretera o autopista. Pueden serlo o no serlo, lo
importante es que son abiertos, desplazados, vislumbrados, por las vivencias
colectivas y sociales de las rebeliones.
4.
Si hay algo que nos ha seducido y seduce a los hombres y
mujeres, a todas las subjetividades diversas, de Abya y Yala, quizás del mundo,
es el perfil transgresor del estilo cultural mexicano. Del comportamiento
cultural, emitido en los efluvios de la piel. Es la intensidad como se vive. Lo
que nos atrae es esa apuesta ultimatista – usemos esta palabra para ilustrar lo
que queremos decir - de o todo o nada, expresada en los actos, mejor si los
vislumbramos en su detalle, es su ubicación local, fugaz, en temas que son
propios de la cotidianidad y de la subjetividad; entonces lo que seduce es esa
entrega intensa al instante.
5.
La mexicana, el mexicano, en su comunión cotidiana, nunca
ha dejado de rebelarse. Sólo que ha dejado que esas esferas distantes del
escenario y el teatro político queden a cargo de sujetos paranoicos, enamorados
de sí mismos, atrapados en el placer barato del dinero y de los reconocimientos
forzados, plasmados en tarjetas y publicidades. No olvidemos que Emiliano
Zapata y Pancho Villa, después de tomar el DF se retiraron. No había ahí algo
por lo que valga la pena quedarse. Esta es la misma actitud de las comunidades
zapatistas. Como dice John Hollowey, no se trata de tomar el poder, sino de
cambiar el mundo. Ya debemos aprender que tomando el poder no se cambia el
mundo sino se lo reproduce en sus peores pesadillas.
6.
Lo mejor de esta generación de luchas, que arrancan en
1994 con la insurrección armada indígena de la selva lacandona, llegando a la
movilización prolongada de Bolivia, 2000-2005, es indudablemente el gesto, la
elocuencia, la autonomía y auto-determinación de las comunidades zapatistas. Estas comunidades escaparon de la seducción
del poder. Incursionan el camino de la autodeterminación, autogobierno y
autonomía comunitaria, patentizando, que lo efectivo es la creatividad de las
dinámicas sociales, lo político, es decir, lo democrático; que lo efectivo es
el consenso colectivo, dejando a un lado las delegaciones y representaciones,
aunque se las tenga que usar provisionalmente. Lastimosamente otras
experiencias de luchas, que se dieron en este contexto temporal, terminaron
seducidas y atrapadas en el drama corrosivo del poder.
7.
Que los zapatistas no hayan tomado el poder no es un
criterio para devaluar, de una u otra manera, su propuesta política. Al
contrario, es un claro ejemplo de que por ahí no hay que ir. Lo único que
tenemos, entre otras experiencias, los y las que participamos en esta
generación de luchas, es esta persistencia comunitaria y autonómica de la Selva
Lacandona. La siguiente generación de luchas, que ya se ha manifestado, en la
explosión joven por la educación pública, por el pasaje libre, contra la
expropiación de la alegría del deporte, por la recuperación de lo común contra
lo público y lo privado, tiene en el ejemplo zapatista el referente de lo
posible. Se disponen con las poses transgresoras e irreverente como atentados a
lo prohibido, impuesto por el realismo político.
8.
No hay pues
asidero para un balance pesimista. Las estructuras dominantes en el país y en
el mundo no han vencido, como dice Silvia Rivera Cusicanqui en su libro Dominados,
pero no vencidos, sino que se esfuerzan continuamente por convencer que están
ahí dominando porque les corresponde. Este esfuerzo es la muestra de su
debilidad, de su insostenibilidad. Requieren de la violencia sistemática,
abierta o encubierta, para mantenerse. El pueblo, para hablar en la tradición
rousseauniana, no necesita hacer esfuerzos, es espontaneo y sencillo; aunque ha
terminado de creer en la narrativa del poder. Lo que no se dan cuenta los
dominantes y dominados es que los dominantes siempre fueron vencidos por los
avatares de la historia, en los ciclos de sus estructuras de larga duración,
pues no pueden persistir naturalmente, sino mediante el uso descomunal de la
violencia.
9.
De qué se trata. Es cuestión de que los pueblos del mundo
decidan no jugar el juego dominante, no seguir sus reglas; retirarse de un
juego aburrido, dejando caer el castillo de naipes, optando por el juego lúdico
de la creatividad, de alegría, de la espontaneidad de las asociaciones
dúctiles, plásticas, dinámicas, que ayudan a complementarse.
10.
Otro problema radica entonces en cómo se lee la historia.
Siendo la historia un relato del poder, hay vencedores y vencidos. La narrativa
se concentra en las tragedias y dramas del poder, olvidando, dejando en la
sombra, a las innumerables multitudes que realizan su potencia social
cotidianamente. Olvidemos lo que hacen los hombres, pues eso lo son, estas
fraternidades masculinas, abocadas a reconocerse entre ellas; concentrémonos en
las alteridades, por más singulares y fugaces que sean, de las multitudes, de
las comunidades, de las colectividades, de las individualidades asociadas y
relacionadas, efectuadas por ellas. Esta es la enseñanza de las comunidades
zapatistas.
11.
Que sea una mayoría de gente que todavía cree en la
narrativa del poder no debe desalentarnos. Si en algo ha vencido el poder, sus
instituciones, su campo burocrático, su campo institucional, su campo político,
su campo escolar, es en lograr convencer a la mayoría que la narrativa del
poder es la “realidad”. Su dominio,
entonces es imaginario; lo que no quiere decir que no es efectivo.
12.
La tarea es liberar a la mayoría de esta ilusión;
hablando en la tradición marxista, liberar de la “ideología”, liberar de los
múltiples fetichismos; de la mercancía, del poder, de las instituciones, de los
patriarcados.
13.
La tarea es
difundir las experiencias y las memorias sociales, sus narrativas inhibidas por
la dominación del monopolio escolar. Recuperar el espesor de sus percepciones y
de sus racionalidades integradas a las sensaciones.
14.
En conclusión, para decirlo de una manera exagerada, sin
embargo, ilustrativa, ignoremos a esta narrativa aburrida del poder, ignoremos
a estos paranoicos, enamorados del poder, dejemos que se hunda su ficción
institucionalizada, hagamos lo que han hecho las comunidades zapatistas.
Asumamos nuestras autonomías múltiples efectivamente[11].
El poder parece persistir en su elocuencia descomunal de
violencia; las muertes acumuladas en más de una década ya sobrepasan las 170
mil. La huella del poder convierte al país en un gran cementerio clandestino de
fosas comunes; ocurre como si el poder solo pudiera gobernar sobre una
población de muertos. Los vivos se han vuelto enemigos declarados por el poder.
Ante esta evidencia la población, el pueblo, se ha movilizado contra la muerte,
contra el poder asesino. La gota que hizo rebalsar el vaso fueron los
estudiantes asesinados de Ayotzinapa. En el libro citado nos preguntamos ¿Por
qué se puede hablar de un Estado asesino?
La respuesta que encontramos, siguiendo la hermenéutica crítica desplegada,
es:
Se trata que la crisis múltiple del Estado ha
llegado lejos; esta vez permeada extensamente, atravesando todas sus
instituciones, por las redes paralelas de poder del narcotráfico, organizado en
Carteles; Carteles que han tomado literalmente todos los estados y todas las
ciudades de México, a excepción del Distrito Federal (DF), que paradójicamente
se ha vuelto la ciudad más segura de México, cuando antes era lo contrario,
debido a la militarización de la metrópoli. Es sintomático tener descrita la
figura donde los policías entregan a los grupos paramilitares del narco a los
jóvenes raptados de la normal. ¿Qué significa esto? La autoridad en ejercicio
no son las autoridades institucionales, sino las autoridades que ejercen el
poder, estos son los Carteles. Esa figura muestra claramente lo que sucede en
México, los Carteles son el poder real; el gobierno y las instituciones del
Estado se han convertido en los instrumentos del diagrama de poder de la
economía política del narcotráfico. Todo esto se hace en connivencia con las
agencias de inteligencia de los Estados Unidos de Norte América.
Si la
violencia inicial, la conquista, es la que instituye al Estado, es la continuidad
de la conquista por otros medios lo que consolida y preserva al Estado. Es,
como dice Michel Foucault, la guerra en la filigrana de la paz, la política
restringida a la formalidad institucional, la que reproduce legalmente al
Estado. Cuando el Estado se corroe, deja que la economía política de chantaje
invada el mayor espacio de su campo político, de su campo burocrático, cuando
la crisis de legitimidad hace del Estado una impostura grotesca, la sociedad se
le presenta como peligrosa, a pesar que es ella la que da vida al Estado.
Entonces el Estado recurre a la violencia abierta, aunque investida por una
forzada legalidad, ocultando las prácticas despóticas, autoritarias,
criminales. La relación del Estado con la sociedad se ha convertido en una relación
homicida; el Estado no encuentra otro recurso que asesinar a sus ciudadanos,
sobre todo los más sospechosos, jóvenes, indígenas y mujeres. La escritora
Elena Poniatowska se ha preguntado dramáticamente en el Zócalo del DF ¿qué
clase de Estado es el que asesina a los jóvenes? Es un Estado asesino.
El caso
mexicano no es un caso aislado, es un caso entre muchos, incluso es la
tendencia contemporánea de los Estado-nación, con todas sus variantes,
diferencias, contextos, particularidades. No es desconocida la práctica de
lavado de los gobiernos, tanto en los llamados estados desarrollados, como de
los estados subalternos. Todos apoyados subrepticiamente por el sistema
financiero internacional, colaborado por los sistemas financieros nacionales.
Todo esto acaece con la concomitancia de las llamadas burguesías, compuestas,
ahora también, con los nuevos ricos, quienes han acumulado dinero ilícito.
Burguesías donde las composiciones de las oligarquías se refuerzan y se
complementan; la burguesía tradicional es reforzada por la reciente burguesía
narco.
La
prepotencia y los niveles desmesurados de violencia han llegado muy lejos en
México. La intensidad y expansión de la violencia hablan de por sí no solo de
la abismal decadencia del Estado-nación, decadencia que se quiere compensar
precisamente con la espiral de violencia, sino también del alcance de la crisis
estatal. El Estado, la institución imaginaria de la sociedad de clases,
subyugada por clases dominantes angurrientas, corrompidas, que incluso son capaces
de acabar con la columna vertebral del Estado mexicano. Columna vertebral que
son sus recursos hidrocarburíferos y la empresa pública del petróleo, recursos
entregados al dominio de las empresas trasnacionales extractivistas; acabando
de este modo con la misma institucionalidad de la revolución, que ha perdurado,
por lo menos, en las representaciones y en lo que quedaba de la nacionalización
realizada por Lázaro Cárdenas. Esta privatización de la empresa pública del
petróleo no solamente significa la muerte de la revolución institucionalizada,
sino también la muerte del Estado mexicano. Lo que se mantiene es el cadáver de
la revolución, que algún día fue, y el cadáver de un Estado-nación, ahora
carcomida por los gusanos, las clases dominantes, la burocracia, los Carteles, las
agencias de inteligencia del Imperio.
La sociedad
mexicana, vital y apasionada, romántica y práctica, a la vez, pretende ser
sacrificada para que los gusanos tengan que comer. Esta sociedad, su
acontecimiento revolucionario, que ha inspirado a las siguientes revoluciones
sociales y políticas en América Latina y el Caribe, así como en el mundo, tiene
la potencia social para levantarse como lo ha hecho en los momentos de crisis,
de emergencia y convocatoria. Todas las sociedades de América Latina y el
Caribe, así como del mundo, debemos levantarnos para defender a la sociedad
mexicana de la constante, perseverante, descarnada violencia que se ha
desencadenado contra ella. Violencia desencadenada por los dispositivos del
poder más atroces y despiadados. Tenemos que defender a la sociedad mexicana, a
sus pueblos, a sus jóvenes, a sus mujeres, a sus indígenas, defendiendo, a la
vez, a nuestras sociedades, que no son distintas a la mexicana. También
enfrentamos problemas parecidos, con todas las diferencias, contextos,
coyuntura, perfiles políticos, que puedan darse. Lo que ocurre en México es la
tendencia inherente a los Estado-nación en la contemporaneidad, sólo que, en
México, ahora, se expresa de la manera desmesurada como acaece.
El
capitalismo contemporáneo, el ciclo del capitalismo vigente, el momento o el
periodo de este ciclo, que puede ser denominado como tardío, se caracteriza por
la dominación del capitalismo financiero respecto a las otras formas del
capitalismo, la comercial y la industrial. La articulación del capitalismo
financiero con el capitalismo extractivista muestra la complementación entre
especulación y destrucción, entre acumulación especulativa y acumulación por
desposesión y despojamiento. Que estas formas perversas del capitalismo vengan
acompañadas y apoyadas por las formas de la economía política del chantaje más
rentables, como el tráfico de armas, el narcotráfico, el tráfico de cuerpos, no
es más que una consecuencia de las formas corrosivas del capitalismo tardío.
Este capitalismo especulativo, extractivista, traficante, no puede funcionar
legítimamente, como funcionaba el capitalismo clásico, imbuido por la
“ideología” liberal, pues la crisis de legitimidad ha escarbado todas las
estructuras “ideológicas”, políticas y jurídicas. La ausencia de legitimidad
requiere de violencia desmesurada, de terror demoledor desplegado contra la
sociedad constantemente; la que tiene que sentirse aterrada y amenazada, por lo
tanto, inhibida en sus capacidades, y disminuida en dignidad.
Entonces
estamos ante una problemática de poder a escala mundial. El poder mundial,
conformado por los poderes regionales y locales, está en crisis; por eso,
descarga guerras policiales, inventa guerras interminables contra el
“terrorismo”, descarga recortes neoliberales en los presupuestos estatales, sacrifica
a los pueblos, inventa “terroristas” que hacen guerras en las geografías
políticas de Estado-nación molestosos. Se ha llegado a un punto donde el dilema
es: el poder o la potencia social, el Estado o la sociedad. Las sociedades no
pueden esperar a la convocatoria de las víctimas. En memoria de las víctimas
las humanidades tienen que levantarse y clausurar la historia del poder, que
vive a costa de captura de fuerzas de la potencia social[12].
Las movilizaciones por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa
fueron abrumadoras y desbordantes en casi todas las ciudades de México, también
tuvieron su correlato e irradiación en el mundo. Su extensión e intensidad
hacían pensar que anunciaban una revolución;
así como la revolución mexicana
antecedió a la revolución rusa de
1917, los acontecimientos de las movilizaciones en defensa de la vida y por el
esclarecimiento de las desapariciones, que se denominó Los queremos vivos, parecían anunciar una revolución de magnitud en el siglo XXI. Sin embargo, semejantes
movilizaciones sociales y ciudadana se fueron apagando, aparentemente sin
consecuencias en la reproducción cínica del poder. Es en este contexto histórico-político-cultural que
debemos evaluar el cambio de comportamiento
masivo de la población electoral de México, dando lugar a una victoria
aplastante de Manuel López Obrador. Hay una rebelión en el comportamiento social, un cambio masivo de actitud, una ruptura con los hábitos
y el habitus sociales. El poder esta
cuestionado, no tan solo en lo que respecta a los resultados de la votación,
sino, sobre todo, en lo que respecta a la conducta
social; ha dejado de repetir la actitud
acostumbrada de aceptación de lo que ocurre, como si fuese “natural” o la única
realidad, cuando es consecuencia de
la reproducción del poder, del deseo
y la aceptación del amo, de las dominaciones inscritas en los cuerpos. La potencia social se ha manifestado, la responsabilidad es asumir las
consecuencias de semejante cambio de
actitud. No se trata, de ninguna manera, de dejar la iniciativa a la clase política, esta vez a la parte de
la clase política progresista, por
más buenas intensiones y honestidad que pueda transmitir; se trata de saber si
el pueblo se hace cargo de sí mismo,
asume la madurez, deja de ser dependiente,
de delegar a los representantes la
constelación de voluntades singulares
que dijeron basta. Si el pueblo hace uso
crítico de la razón, hace uso
creativo de la constelación integrada de voluntades singulares, decide autogestionarse y autogobernarse.
[1] Ver de
Raúl Prada Alcoreza México:
Intensidades sociales y territoriales. Leer también Paradigma
mexicano y acontecimiento Brasil.
[2] Ibidem.
[3] Ibidem.
[4] Leer ¿Por qué es histórico
el triunfo de López Obrador en México? http://www.el-nacional.com/noticias/bbc-mundo/por-que-historico-triunfo-lopez-obrador-mexico_242295.
[5] Leer La victoria de López Obrador lleva a
la izquierda a la presidencia de México. https://www.eldiario.es/internacional/Lopez-Obrador-izquierda-presidencia-Mexico_0_788471191.html.
[6] Leer Irrupción de AMLO en el norte y el
Bajío, clave en la victoria del domingo. http://www.jornada.com.mx/2018/07/04/politica/014n3pol.
[7] Leer Sin precedente, debacle
electoral en el PRI. http://www.jornada.com.mx/2018/07/04/politica/014n1pol.
[8] Leer AMLO forma cuatro equipos para
diseñar programas de trabajo. http://www.jornada.com.mx/2018/07/04/politica/007n1pol.
[10] Leer AMLO
gana las elecciones: cuánto cambió el mapa electoral de México entre 2012 y
2018. http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-44706035#.
[12]
Ver de Jacques Rancière El desacuerdo. Política y filosofía. Nueva Visión 1996. Buenos Aires.
[13] Ver México: Intensidades sociales y territoriales. Ob. Cit.
[14] Ver México: intensidades sociales y territoriales. Ob. Cit.
[15] Ibídem:
pág. 206.
[16] Ibídem. Págs. 103-105.
[17] Ibidem: págs. 109-112.
[18]
Raquel Gutiérrez Agular: Épocas históricas y tradiciones de lucha
en México. Consideraciones generales para dotarnos de un esquema que nos
alumbre y vuelva inteligibles los flujos del antagonismo social. CEAM-Casa de Ondas; México. Esta obra está licenciada bajo una Licencia
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copia de esta licencia, visita creativecommons.org/licenses o envía una carta a
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94041, USA.
[20] Ibidem.
[21] Ibidem.
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