Los fundamentalismos antagónicos y complementarios
Los fundamentalismos antagónicos
y complementarios
No hay que olvidarse de los simbolismos que configuran las narrativas religiosas. Por ejemplo, aquél antagonismo entre ángeles y demonios, supuestamente de una guerra iniciada antes, ancestralmente, icluso con anterioridad a los comienzos mismos. El demonio, según confesión de la misma narrativa religiosa, fue un ángel o un arcángel, de más confianza de Dios. Se rebeló, se hizo rebelde, es por esto que fue expulsado del séquito angelical y arrojado al infierno. Un ejército de ángeles que seguían al arcángel de más confianza de Dios, delcarados también rebeldes, fueron expulsados a los submundos del infierno. Entonces ambos, ángeles y demonios, tienen un origen angelical. A partir de un momento se bifurcan los caminos y entablan una guerra mitológica, incluso cosmológica, en las narrativas religiosa y cosmológicas. Se trata de la guerra entre el bien y el mal. El bien es el fin de los ángeles y el mal es el fin de los demonios. El problema es que el bien y el mal son simétricos opuestos, son finalidades opuestas de dos ejércitos inmortales. El bien puro y el mal puro, como figuraciones, terminan pareciéndose en el espejo de las analogías.
El problema son los fundamentalismos, cuyo origen narrativo tienen que ver con la narrativa religiosa, sobre todo de las religiones monoteistas, aquellas religiones del desierto, las que inventan el esquematismo dualista del bien y el mal. Aunque antes, el espiritualismo zoroástrico ya configuró el esquemátismo dualista del bien y el mal, aunque en una mitología más imaginativa. Como hemos dicho más de una vez, los enemigos antagónicos se complementan, se necesitan mutuamente, puesto que la existencia de unos depende de la existencia de los otros. El bien no podría existir sin el mal, los ángeles no podrían existir sin los demonios; Dios no podría existir sin la existencia de Lucifer. La arqueología del esquematismo dualista nos lleva una estrategia narrativa, que configura el desenlace último, que es la resurrección eterna o la condena absoluta definitiva para siempre.
En la modernidad no solamente se dan los fundamentalismos religiosos sino que también los fundamentalismos religiosos se han transformado en fundamentalismos ideológicos, luego en fundamentalismos políticos, incluso en fundamentalismos económicos o economicistas. Los fundamentalismos religiosos se enfrentaron, por así decirlo, durante la cruzadas, cuando la religión cristiana, devenida de las enseñanzas de un judío palestino, llamado Jesús, se propuso retornar al territorio santo, supuestamente obsequiado al pueblo elegido. En la modernidad, los fundamentalismos ideológicos se enfrentaron, en la guerra fría, cuando la ideología de la libertad, de una libertad vaciada de todo contenido, convertida en solamente libertad de mercado, se enfrentó al ideología de la justicia social, una justicia social también vaciada de contenido, convertida en el dominio monárquico de los jerarcas de la nomenclatura del Partido Comunista, que encarnaba un supuesto socialismo, que nunca se dio. Después de la caída de los Estados socialistas de la Europa oriental, el fundamentalismo de la libertad cosificada se encontró completamente solo, es cuando se sintió abandonado, sin su alteridad antagónica; la disolución de la URSS lo llevó a inventarse otros fundamentalismos. El fundamentalismo del terrorismo, contando con varios perfiles, uno de ellos abigarrado, relativo al narco terrorismo, en cambio otro, pretendidamente puro, el fundamentalismo religioso musulmán barroco, puesto que ya está atravesado de ideología y de narrativa posmoderna.
Una vez que inventa su propia alteridad, su propio yo distinto, el enemigo absoluto, el fundamentalismo de la libertad cosificada actúa. Hace la guerra a escala mundial, de una manera convulsiva, expansiva e intensiva, en los momentos cuando puede hacerlo de una manera patética. Reproduce de una manera posmoderna la guerra de las cruzadas, es decir, la guerra santa; esta vez expresada en términos de una narrativa barroca, semi-ideológica, semi-religiosa, semi-civilizatoria y, sobretodo, economicista. La guerra por la balcanización de Yugoeslavia y las nuevas guerras del medio oriente, responden a este modelo belicista de guerra santa posmoderna. “Occidente” se enfrenta al “oriente” como ,dice Samuel Huntington.
En plena actualidad, en el momento presente, en la coyuntura álgida y bélica, en la guerra de Ucrania se enfrenta el bloque de OTAN, de manera indirecta, mediatizada por el ejército ucraniano, con la Federación Rusa, un barroco anacrónico del zarismo posmoderno, con ciertas reminiscencias de la monarquía socialista, al estilo stalinista. El enfrentamiento entre “occidente” y “oriente”, entre libertad cosificada y nacionalismo ortodoxo, se da lugar en su versión abigarrada y barroca en plena posmodernidad deslucida.
En el medio oriente vuelve la figura de la guerra santa, que es como una guerra permanente, mejor dicho, intermitente, entre el Estado de Israel y Palestina. Se trata de una versión extraña, ciertamente barroca, contada, mediante esfuerzos narrativos, a través de medios de comunicación y de propaganda. Esta vez, como acabamos de decir, es una guerra extraña, puesto que no solamente se trata de la guerra continuada, que estalla en 1948, entre israelitas y árabes, sino de una guerra donde se desvela la participación de los servicios secretos y de inteligencia en el armado del estallido de la nueva versión de la misma guerra. Llama la atención que, después la incursión y la masacre de Hamás al sur de Israel, los voceros oficiales del gobierno de Israel comparen lo ocurrido con el 11 de septiembre de 2001, cuando un destacamento de fundamentalistas derriba las Torres Gemelas en Nueva York. Posteriormente a este derribamiento se declara la guerra absoluta e interminable contra el terrorismo, lo hace el mismo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica de entonces. Es decir, en otras palabras, se tiene la excusa suficiente para invadir Irak, que es lo que va a ocurrir en la primera y sobretodo en la segunda guerra del Golfo. Cuando no se sabe con certeza la incumbencia del gobierno de Irak en el acto terrorista de las Torres Gemelas. Es más, estaba más cerca de esta conspiración, así se dijo, Al Qaeda, el fundamentalismo armado, liderado por Osama bin Laden, que se encontraba en Afganistán. Como bien se sabe, Al Qaeda fue armada por la CIA para combatir al ejército rojo, durante la ocupación de Afganistán. Un producto de los servicios secretos, Al Qaeda, termina convirtiéndose en el enemigo abominable. Algo extraño que no puede escapar a análisis y a la interpretación de lo ocurrido y de lo que ocurre.
Volviendo al asunto, después de la incursión y masacre de Hamás en el sur de Israel, los voceros del gobierno de Israel anuncian su propia guerra contra el terrorismo, absoluta e interminable. ¿Por qué se da esta analogía? ¿Por qué la recurrencia a esta analogía? Se sabe que Hamás fue apoyada y se permitió su financiamiento por mediación insólita del gobierno de Benjamín Netanyahu en contra de la OLP, que corresponde al gobierno de los palestinos reconocido internacionalmente. Gobierno palestino con el que se había llegado a un acuerdo de paz y para la formación del Estado Palestino, coexistente al Estado de Israel. ¿Qué implica este enredo sinuoso? ¿Qué es lo que está detrás de todo esto, de toda esta conspiración, que no es solamente la conspiración contra el pueblo palestino, asentado en Gaza y en Cisjordania, sino contra el propio pueblo de Israel, opuesto a las políticas ultraconservadoras, ultraderechistas y ultras religiosas del gobierno de Nentayahu. La facilidad con la que han entrado al sur de Israel los destacamentos de la incursión fundamentalista, insursión que ha derivado en una masacre, por parte de Hamás y de otras organizaciones fundamentalistas, llama la atención. La reacción tardía del ejército israelita llama también la atencion. Que se haya disparado contra la muchedumbre, que huía, porque se disparaba contra todo lo que se movía, llama a la atencion. Lo que más llama la atención es que se tiene la excusa para arrasar, de manera demoledora, la ciudades de Gaza, es decir, la excusa para exterminar al pueblo palestino, sobre todo a niños y mujeres.
En Sudamérica reaparece un fundamentalismos economicista, en guerra contra lo que considera que es “comunismo”, calificación general donde entran todos, no solamente los militantes del Partido Comunista, no solamente la izquierda, sino también los kirchneristas, los peronistas, los neopopulistas, sobre todo, los keynesianistas. Esto último llama la atención, pues es a los que menos se puede llamar “comunistas”. Consecuencia: De manera barroca vuelve a reaparecer la guerra contra el “comunismo”, el fantasma que persigue al macartismo, guerra desatada por el retorno tardío al macartismo, en un momento de crisis múltiple del Estado nación y de la economía-mundo, también de la economía nacional. Es más, el líder de este fundamentalismo economicista y ahora presidente de Argentina habla a nombre de una guerra santa contra el “comunismo”, también en defensa de Israel, presentando su pleno apoyo al genocidio perpetrado en Gaza.
La razón perdida en sus laberintos: Los fundamentalismos
En el segundo tomo de la Crítica de la razón pura Emmanuel Kant expone sobre las ilusiones a las que nos lleva la razón, cuando sintetiza en ideas los conceptos, siendo los conceptos ya una síntesis categorial y siendo las categorías puras del entendimiento una composición que supone la intuición sensible. Nos habla de los paralogismo de la razón y sobre todo de las antinomias de la razón. Dejarnos llevar por las ideas de la razón nos lleva a desconexiones con la realidad, que es sinónimo de complejidad. No se trata, de ninguna manera, de renunciar a la razón, sino comprender y entender que la razón es una de las facultades humanas, que conjuga con otras facultades humanas. En la composición de la conjugación de la facultades se da lugar a las condiciones de posibilidad de la experiencia y del conocimiento. Juega un papel importante la composición perceptual de la sensaciones, que se conjugan con la imaginación y la razón, interviniendo la voluntad. Las facultades son hiladas en sus tejidos con el hilo del juicio, que corresponde a la adecuación de medios a los fines, suponiendo como sustrato del juicio al juicio estético, que adecúa el cuerpo al placer, escapando del displacer, es decir, del dolor.
Se trata, como antes lo hemos dicho, en otros ensayos, de reuperar la razón concreta o la razón en sus dinámicas, en conexión y entrelazamiento con las otras facultades humanas. En otras palabras, se trata de las dinámicas racionales al interior de las dinámicvas perceptuales y corporales, de la relación de la razón con otras facultades corporales, en composición y recomposición con otras facultades humanas. Se trata de acceder con plenitud a la complejidad, sinónimo de realidad.
En este sentido, tomando en cuenta lo dicho, vamos a abordar la crítica, es decir la deconstrucción, en relación de los fundamentalismos, partiendo precisamente de los errores de la razón, cuando no solamente ésta pretende la autonomización absoluta respecto de las demás facultades, sino, sobretodo, cuando pretende imponer sus propios ideales como si fuesen la verdad suprema. Esto no solamente ha ocurrido con la religión, donde, más que la fe, como se dice, han jugado un papel importante las ilusiones de la razón, las síntesis más delirantes de la razón, que corresponden a las ideas o a la configuración de ideas, en una narrativa ajena a la complejidad de la realidad. También ha ocurrido con las ideologías, que han pretendido con los ideales, la síntesis de las ideas en las narrativas políticas, cambiar el mundo desde la perspectiva del proyecto abstracto ideológico y político, inherente a los ideales y a las ideas pregonadas. En estos casos las antinomías de la razón han llevado a terribles contradicciones, que han convertido el mundo en un infierno o, en su caso, en un totalitarismo.
Podemos, entonces, también abordar el tema y la problemática de los fundamentalismos a partir de los paralogismos, los errores, las ilusiones y las antinomias de la razón. Generalmente se parte del supuesto de un desborde de pasión y de locura social, que llevaría al fundamentalismo. Puede ocurrir o no esto como manifestación delirante de los fundamentalismos, sin embargo, hay que atender a sus construcciones discursivas, que tienen que ver con la razón embarcada en un delirio de síntesis de ideas y de construcción de ideales, que responden a una adulteración de las mismas síntesis racionales. En consecuencia, partimos de la siguiente hipótesis: Los fundamentalismos son productos perversos de una razón abstracta perdida en sus laberintos.
Se ha catalogado a la locura como pérdida de la razón; esto antes de la psiquiatría y, obviamente, mucho antes de la arqueología y genealogía de la locura efectuada por Michel Foucault, en la Historia de la locura en la época clásica, donde se hace la crítica, es decir la deconstrucción, de estas concepciones relativas a la pérdida de la razón. Hoy podríamos decir, considerando la Historia de la locura en la época clásica, sobretodo considerando la Crítica de la razón pura de Kant, que los fundamentalismos corresponden, no una pérdida de la razón, sino a una exacerbación desmesurada de la razón.
No necesariamente, de por sí, las religiones monoteístas son fundamentalistas. Responden, más bien, a lo que podríamos llamar la captura de los espiritualismos o de la inclinación a los espiritualismos, al animismo, por parte de la máquina de captura de una interpretación racional del mito del origen, que, esta vez, corresponde a un constructo de la razón, en términos de síntesis conceptual, que es Dios. La religión se vuelve fundamentalista cuando pasa de la guerra cosmológica y mitológica del bien y del mal, de los ángeles contra los demonios, a una guerra santa contra los que considera endemoniados en la tierra. De esta manera comete crímenes a nombre del bien y de Dios.
Las ideologías, de por sí, no son fundamentalistas. Responden a una narrativa esquemática, que sustituye la promesa de la salvación en el cielo por el proyecto de salvación en la tierra, mediante la realización de la “revolución” o, en contraste, con la realización libre, espontánea, dirigida por la mano invisible, del mercado. Aunque parezca disonante hablar de “revolución” y hablar de mercado, hablar de un fundamentalismo, que tiene como fin la “revolución”, y de otro fundamentalismo, que tiene como fin el libre mercado, cuando hablamos de fundamentalismos ideológicos nos referimos, como hemos dicho, a delirios racionales. Por un lado, nos referimos a convertir el fin de la “revolución”, que corresponde a la finalidad política y social, que se propone la emancipación, en un fin de los que detentan la verdad del Estado, que ha estatalizado la revolución y la ha convertido en la ausencia de crítica y rebelión, lo que implica la muerte de la revolución, en una apología para legitimar el crimen social. A su vez, por otro lado, podríamos decir que lo mismo pasa respecto al liberalismo, que responde al Estado de derecho y a la libertad institucionalizada en la ley, a las reglas del juego de la democracia formal. Cuando el liberalismo se vuelve fundamentalismo es cuando la libertad, en sí misma, ha desaparecido, aunque se hable mucho de ella. Se busca imponer la libertad del mercado, la libre empresa y la competencia, que son los eslogan de la compulsión por las superganancias, en una guerra contra el pueblo y la sociedad.
En este sentido, también podemos hablar de la economicismo como un fundamentalismo. Esto ocurre no solamente cuando se convierte al campo económico en determinante de todos los los planos de intensidad de los campos sociales, sino cuando se concibe solamente la existencia del campo económico, reducido al cuadro económico, como la única realidad auténtica. Entonces, se quiere imponer esta caricatura, inclusive de la abstracción económica, a fuego, desplegando represión, contra el pueblo y la sociedad.
En la contemporaneidad, más presente, sobretodo en esta coyuntura álgida, en plena crisis múltiple civilizatoria, del sistema mundo capitalista y, particularmente, crisis ecológica, han emergida toda clase de fundamentalismos. Es, como se dice, cuando se busca resolver los problemas acumulados con la solución final, la guerra contra los pueblos y la sociedades, la opción belicista, la inclinación compulsiva por el genocidio.
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